martes, 7 de octubre de 2008

AUGE Y CAÍDA DE CIVILIZACIONES


Manto Paracas
Cultura Paracas
(200 AC-50 DC)



La historia de la humanidad es la historia de las sucesivas transculturizaciones, la historia es el relato del nacimiento de las culturas, su crecimiento, auge y decadencia de las mismas y su conquista por otras culturas más preparadas que las anteriores. La mayor parte de los relatos de la historia se ciñen a las más variopintas explicaciones de la decadencia de las culturas y de cuáles fueron los elementos determinantes de sus caídas y de sus extinciones. Y consideraremos cultura a lo que define el escritor y filósofo español, Santiago Alba Rico, al decir que una cultura es:


“…un conjunto de valores, creencias y reglas idiosincrásicas (la paideia de un grupo social) por oposición a las de otros grupos o comunidades humanas”

La historia de las culturas precolombinas es el gran libro abierto por el que podemos leer todas y cada una de las teorías históricas que explican el auge y caída de las civilizaciones. Se suele enaltecer en Hispanoamérica los grandes logros de la civilización incaica en contraposición de la destrucción efectuada por los españoles a partir de 1532. Un capítulo más de la famosa leyenda negra que no hay que desmayar en seguir desmintiendo .

Uno de los escritores más conocidos sobre el tema de la decadencia de las civilizaciones, Oswaldo Splenger, en su conocido libro “La decadencia de Occidente”, (Der Untergang des Abendlandes) vaticina el fin de la cultura occidental y de alguna manera cree que la siguiente civilización que la sustituirá será una civilización centrada en Latinoamerica. Si eso fuese así pareciera que se estaría cerrando un ciclo de casi tres mil años, si tomamos en cuenta que el auge de la civilización occidental nace en Grecia por los mismo años en que las grandes culturas americanas, precolombinas y más aún pre incas, auguraban en América una civilización que alcanzaría cotas similares a las de occidente, las grandes civilizaciones americanas de Caral, de Chavín de Huantar, Lima, Ismhay, Paracas, Wari, Chimú y Mochica que se extendería hasta el siglo XVI con los Incas.

Sobre estas mismas ideas abundó el Conde de Keyserling y fueron muy debatidas por los intelectuales del siglo XX y usadas profusamente para darle un nuevo realce a las conquistas políticas y militares conseguidas en el siglo XIX por la emancipación de España de los antiguos Virreinatos. Cuando estas ideas son llevadas a su paroxismo nos encontramos con la excesiva exaltación de las ideas indigenistas, sobre todo en aquellos países que tenían una historia antigua de grandes civilizaciones desde los años 2000 AC hasta el 1532 DC y tratan de encontrar en esas civilizaciones las explicaciones a los problemas del presente y las soluciones de cara al futuro.

Ciudadela y Wayna Pichu
Civilización Inca
(1440 DC-1532 DC)


Oswald Spengler supone que las culturas, al igual que los seres vivos, nacen y se desarrollan obedeciendo a un destino, llegan a su plenitud, decaen y mueren. Los hombres no ponen para ello ninguna iniciativa inteligente de su parte. La cultura es una gracia que llega de manera inesperada, un privilegio que se da casi milagrosamente. No les toca a los pueblos sino aguardar su prodigioso advenimiento. Es posible que no haya un camino inductivo hacia el auge en una cultura, pero lo que sí es evidente es la directa influencia de los mismos pueblos en sus propias decadencias y destrucciones. Las culturas que las sustituyen solo aprovechan las debilidades ajenas en el ejercicio de las fortalezas propias. La convivencia forzada o amistosa, con otras culturas, hará el resto.

La fase de “civilización” se caracteriza por drásticos conflictos sociales, movimientos de masas, continuas guerras y constantes crisis. Todo ello conjuntamente con el crecimiento de grandes “megalópolis”, vale decir: enormes centros urbanos y suburbanos que absorben la vitalidad, el intelecto, la fuerza y el espíritu de la periferia circundante. Los habitantes de estas aglomeraciones urbanas, comprendiendo al grueso de la población, se convierten en una masa desarraigada, desalmada, descreída y materialista, sin más apetitos que el pan y el circo instrumentados para mantenerla medianamente conforme.

Para Arnold Toynbee la cultura, o la civilización, es la totalidad de relaciones entre individuos, conservando su capacidad de iniciativa y cierto grado de libertad. Una civilización no es más que el resultado de la respuesta que un grupo humano plantea a los desafíos a los que se enfrenta, bien sean ellos naturales o sociales. No se pueden reconocer factores que determinen necesariamente la génesis y desarrollo de las civilizaciones, pero esto no significa que la acción de los hombres en la historia sea absolutamente libre y cree firmemente en la gran influencia de la religión en el transcurso de las civilizaciones y no en el determinismo.

Reconstrucción de un enterramiento
de la cultura Moche



El crecimiento de una civilización exige sucesivas respuestas creativas por parte de personas o comunidades que ofrezcan soluciones a los problemas que surgen. Las civilizaciones evolucionan haciéndose cada vez más complejas en sí mismas, y diferentes del resto de sus compañeras, a medida que van superando los distintos desafíos que se le oponen durante su crecimiento. Sin embargo, la respuesta que le otorga una civilización a un problema determinado acarrea consigo una autosatisfacción que resulta peligrosa para la misma. De hecho, observa Toynbee, no se da el caso de que cada desafío sucesivo sea respondido por la misma minoría creadora que resolvió el anterior, debido a que la antigua minoría creadora sucumbe a su propia autosuficiencia.

Chavín de Huántar
Cultura Chavín
(2100 AC-200 AC)

A este concepto de la evolución de las civilizaciones se le conoce como “némesis de la creatividad” y trata de explicar el por qué del colapso y muerte de las civilizaciones. Toynbee usa la palabra “némesis” extraída de la mitología griega. Némesis era la diosa Ramnussia, la diosa de la justicia retributiva, la venganza y la fortuna. También se considera que era la diosa griega que medía la felicidad y la desdicha de los mortales, a quienes solía ocasionar crueles pérdidas cuando habían sido favorecidos en demasía por la Fortuna. No es difícil entender por qué Toynbee uso el concepto de “némesis creativa”.

Pero esta némesis creativa puede darse de dos formas, una pasiva o “hybris” (confianza desmedida en uno mismo), por la cual las civilizaciones, después de alcanzar sus máximos creativos se abandonan en la autoconfianza y se duermen en sus laureles provocando la hipertrofia de sus estructuras sociales cuando se suplantan las partes por el todo, también se la llama idolización de la solución obtenida.

Se considera la existencia de una némesis creativa activa cuando, por el contrario de la pasiva en la que nada se hace, en esta es la hiperactividad llevada al frenesí. Por esta némesis, por ejemplo, el militarismo que ayudó a construir el Imperio Romano, fue la causa por la que el mismo colapsó, lo mismo que le ocurrió al Imperio Carolingio y al Asirio. Toynbee también nos propone el ejemplo de la Iglesia Católica que fue exitosa en la famosa querella de las Investiduras con el papa Gregorio VII pero que después de eso llevó a los excesos que desembocaron en la gran reforma protestante de Martín Lutero.

De un modo u otro, el agotamiento del poder creador es el que determina la decadencia de una civilización, cuando un grupo minoritario no es capaz de ofrecer nuevas soluciones a los nuevos problemas planteados. Cuando esto se presenta, la civilización puede adoptar alguno de estos caminos: la adaptación gradual, la revolución o la monstruosidad social. Y muchas veces esto sucede en un cortísimo tiempo, digamos que el tiempo es menor cuanto más modernas son las “civilizaciones”.

En la adaptación gradual una civilización se va adaptando a la nueva, solapándose con ella, tomando de ella lo que la satisface y abandonando de la propia lo que no le sirve. La civilización que podríamos llamar Hispanoamericana es un clásico ejemplo de adaptación pacífica, la transculturización se logró sin mayores luchas sociales. Recordemos la comparación entre los siglos XVI al XVIII por las guerras sucedidas en Europa y en América. No cabe ninguna duda que las guerras de religión en la Europa de los siglos XVI al XVIII o las guerras entre nacientes estados y consolidación de fronteras entre ellas desangró a Europa en luchas de las cuales aún se conservan consecuencias. Compárenlo con la vida apacible de la España Americana, que no otra cosa fue para nosotros, no colonia, sino extensión de la propia España como así después lo recogería la constitución gaditana de 1812.

Los árabes invaden el imperio visigodo de Rodrigo y lo derrotan y muere en la batalla del Río Guadalete en julio de 711. A partir de ahí avanzan sobre el resto de la península sin mayores enfrentamientos, ocupan todo el norte e incluso avanzan hacia el reino de los Francos atravesando los Pirineos y no se registran mayores enfrentamientos que la batalla de Covadonga, en Asturias, en el 718 que permite recuperar parte del dominio de las tierras del norte pero solo hasta León. En muchísimos casos hubo convivencia pacífica por adaptación o por sumisión con tratados como el que firmó del señor Todmir con los árabes, pacto que recibía el nombre de “adh” por el que, a través de un tributo, se respetaba la autoridad feudal del señor. Este tipo de pacto fue muy usual en los primeros siglos de la presencia árabe en la península ibérica y permitía la convivencia pacífica de ambos pueblos.

Casi trescientos años después la convivencia de ambas culturas, la astur-leonesa depositaria de la cultura visigótica y la musulmana en una convivencia mucho más honda de la que estamos acostumbrados a imaginar. Finalizando el siglo X, doscientos años después de la primera invasión árabe, los Reyes de León y de Navarra le conceden, al invicto Almanzor, a sus hijas como esposas. El Rey Alfonso VI, el Rey de quien “en buen hora ciñó espada”, Mío Sidi (Mío Cid), tuvo su único hijo varón, y descendiente legitimo, con Zaida, una princesa mora, a pesar de estar casado con Constanza de Francia. El rey de la dinastía abadita, y poeta, de Sevilla, Muhammad ibn Abbad Al Mutamid (Al Motamid) (paria de Alfonso VI) era un rubio que desmentía su pasado bereber por ser hijo de una esclava cristiana. El mestizaje árabe cristiano comenzó desde los primeros días del siglo VIII.


Alfonso VI


La cultura árabe impregnaba toda la sociedad cristiana donde era común el leer y escribir el árabe. En el siglo XIII, un mallorquín, Ramon Llull, escribe su famoso “Libro del gentil y los tres sabios” en árabe; posteriormente sería traducido al catalán, al castellano y al latín.

Toda esta transculturización se hizo de modo gradual y pacífico en su mayor parte. Los enfrentamientos y batallas tenían más que ver con disputas por tributos o por parias. La religión musulmana con su alto grado de tolerancia permitió la convivencia, más o menos pacífica, de las tres religiones, y por tanto las tres culturas, la cristiana, la árabe y la judía. Toledo será el ejemplo para la historia de la convivencia e interrelación pacífica de tres culturas, tres pueblos, tres poderes.

¿Fueron los árabes destructores de la cultura visigótica? No deja de ser una visión maniquea identificar, subjetivamente, a los malos y los buenos en las transculturizaciones por ser malas las culturas que se sobrepone a las buenas culturas que se dejan morir.

El solapamiento de las civilizaciones americanas con la cultura occidental, liderizada por Castilla, se produjo en todos los campos de la acción del hombre, creando no solo un mestizaje de razas sino un mestizaje cultural que alumbraría obras maestras en todas las artes, la música, la pintura, la arquitectura, la literatura, etc. En religión también asistimos a un mestizaje curioso que denominamos sincretismo y del cual tenemos manifestaciones en todas las ramas del arte, como las bellísimas imágenes de las vírgenes cusqueñas, pintadas por anónimas manos mestizas o indias que pintaban mantos de vírgenes como si fuesen sus adorados “apus”, las montañas que albergaban a sus dioses tutelares. O esos famosísimos Niños Jesús Incas, ataviados con mantos de inspiración cristiana, pero coronados con un inconfundible signo del poder imperial del inca como la “mascaipacha”, la corona imperial del Inca. O como el haber sustituido la fiesta inca del Inti Raimi, del equinoccio de verano austral, por la fiesta del Corpus (aunque no coincida con la fiesta europea). En el Inti Raimi los incas paseaban en procesión a sus momias sagradas y en Corpus paseaban las estatuas de los santos de la nueva religión. Puro sincretismo.



Ntra. Sra. de Belén
(Escuela cusqueña, siglo XVII)



Niño Jesús con mascaipacha inca


Otra forma gradual de adaptación es la que se da en Inglaterra a partir del siglo XVII en su camino desde una monarquía autoritaria hacia un estado democrático y social, luchas por las que batalló Oliver Cronwell pero que, en general, podemos considerar de transición gradual y pacífica.

Otro camino es el camino de la revolución. Es el camino por el que, por la vía de la fuerza, y de modo expedito, se transforman las estructuras sociales y culturales a las que se han opuesto el pequeño grupo que dirige la civilización. La Revolución Francesa de 1789 obtiene de modo sangriento los mismos resultados que obtuvo la inglesa con la adaptación gradual.



Santiago Mataindios
Retablo Cusqueño

El otro camino es el de la monstruosidad social por el cual la misma minoría dominante ha perdido su poder creador y además impide cualquier tipo de cambio social. Al perder el encanto de su poder creador, la minoría dirigente, no le queda más remedio que imponer el poder por métodos militares y policíacos. A este poder se le puede oponer una nueva minoría que al no poder dirigir sus esfuerzos a la sociedad general se dedica a la creación de salvadores de las sociedades, en forma de espadones, por ejemplo, o en forma de nuevos dioses encarnados.

Podemos creer que estamos en presencia del crecimiento o del auge de una civilización, pero difícilmente visualizamos su etapa de decadencia. Suele manifestarse la decadencia por la presencia de limes, límites fronterizos, o fronteras. En estos limes de bulliciosa actividad social y económica en que, si del otro lado había una sociedad amistosa, se favorecía el intercambio de todo tipo, social, económico, etc. Pero, si del otro lado había otra civilización competitiva, o no amistosa, esta va tomando de la civilización más avanzada todo lo bueno que ella tenga y que suma a su potencial creador, con lo cual del contacto de las dos se contribuye al agotamiento de una de ellas, la no creadora.

Otras veces estas sociedades en decadencia producen una gran religión una religión ecuménica. Esta puede ser una consecuencia de ella que la mate como si fuese un cáncer o que trascienda de ella a un nivel superior por la que entonces las civilizaciones se consideren una regresión de estas religiones.

Así han fluido las civilizaciones sudamericanas desde la cultura más antigua de América, Caral, a la más moderna, la Inca. En esas transiciones se conjugaron todos los elementos que produjeron sus auges y sus caídas. Nos deslumbran hoy las cotas alcanzadas en desarrollo humano y social, pero apenas estamos comenzando a entender sus decadencias, apenas estamos comprendiendo los muchos factores que actuaron en cada uno de los casos, apenas estamos comenzando a entender qué factores internos y externos fueron significativos en sus destrucciones.



Ciudadela de Caral
Cultura Caral
(2600 AC-2200 AC)


Pero lo que si podemos saber con certeza es que no existen civilizaciones ejecutoras de otras civilizaciones, como diversas leyendas negras se han usado en el pasado, y se siguen usando en el precario presente para justificar incoherencias e incompetencias actuales. No se puede transferir más al pasado los errores del presente y menos para denostar transferencias culturales que hoy son la base más importante de la civilización actual.

Y así han fluido las civilizaciones de las cuales España, o las Españas, es uno de los más preclaros ejemplos. Mal podríamos hoy, a casi la misma distancia en el tiempo de la dominación árabe de Iberia, proferir barbaridades xenofóbicas por una civilización como la árabe que nos legó tantas palabras, usos, costumbres y oficios o conjuntos arquitectónicos, hitos de la humanidad, como la Alhambra de Granada.

¿Alguien podría hoy recordar con ira el paso de los árabes, por casi 800 años, por la península Ibérica? Pues de esos tiempos a los de la presencia hispana en América, sucedieron las mismas cosas y casi que por las mismas razones. Como dijo el historiador Eduardo Arcila Farías, citado por Elías Pino Iturrieta en un reciente y lúcido artículo titulado “La leyenda negra”, en su ensayo “La colonización comparada”:



“…la hegemonía de los españoles en ultramar no consistió en la ejecución de un aplastamiento sin contemplaciones sino en la adaptación de una cultura provista de recursos sobre otra que carecía de elementos para salir airosa en la confrontación”



O también, como bien escribe el arquitecto e historiador Ecuatoriano, Oswaldo Páez Barrera:



“...consideramos que entre las grandes riquezas que aportó a la humanidad el Nuevo Mundo, están los mestizajes culturales que aquí se produjeron y continúan produciéndose. Las comunidades originarias de la región andina fueron impelidas, a partir del siglo XVI, a un proceso que en lo cultural dio y recibió información, proceso que no ha terminado y va en aumento. Por encima y por debajo de las violencias y exacciones terribles del coloniaje, del neocoloniaje y el imperialismo, dicho proceso permitió en nuestro caso que lo cultural indígena sobreviviera y hoy, se asome al mundo como parte de las subjetividades de los nuevos sujetos de la multitud mestizada y por tanto, con posibilidades de alcanzar una sociedad mundializada y humanizada.

...Es claro que la matriz fundamental de la sociedad ecuatoriana moderna, son las comunidades indígenas, andinas en primer lugar, las africanas, las costeñas y amazónicas originarias. Pero también, las “indígenas” andaluzas, castellanas, gallegas, vascas…, que trajeron sus raíces árabes, celtíberas y quién sabe qué otras más, dado que por las tierras del Quijote han pasado “indígenas” de toda Europa y no digamos, del Magreb. Pero, a partir de esas matrices y luego de siglos de contacto, nuestra sociedad actual no es ninguna de ellas y es todas ellas a la vez “



La historia de las civilizaciones, la historia misma es un continuo fluir. La historia de las civilizaciones, al igual que en la filosofía de Heráclito de Éfeso:


“Panta rei"
(πάντα ρει)
“Nada es, todo fluye”