martes, 18 de noviembre de 2008

CUESTIONES HISTÓRICAS SOBRE PIZARRO


Francisco Pizarro


Uno de los más entretenidos libros sobre el Perú, tanto el precolombino como el virreinal y el republicano, es el libro “Cien tradiciones Peruanas” de Manuel Ricardo Palma Soriano

Ricardo Palma fue hijo de Pedro Palma Castañeda y de doña Guillermina Soriano Carrillo; nieto paterno de Juan de Dios Palma y de Manuela Castañeda. Nació en Lima el 7 de febrero de 1833. Desde joven tiene escarceos con la política desde el bando de los liberales, lo cual le lleva a participar en una conjura fallida contra el presidente Ramón Castilla que termina con su destierro a Chile durante tres años. La política le deparará los cargos de Cónsul del Perú, Senador por Loreto y funcionario del Ministerio de Guerra y Marina. Pero fueron las letras la actividad en la que destacó. Desde temprano empieza a escribir poesía y piezas teatrales, asimismo a realizar colaboraciones en periódicos del país. Tiene una gran presencia en la prensa satírica, en la que es un prolífico columnista y uno de los baluartes de la sátira política peruana del XIX. Empieza colaborando en la hoja satírica El Burro para ser posteriormente uno de los principales redactores de La Campana. Más delante funda la revista La Broma.

También es un colaborador asiduo de publicaciones serias como El Mercurio, El Correo, La Patria, El Liberal, Revista del Pacífico y Revista de Sud América. También actúa como corresponsal de periódicos extranjeros durante la Guerra del Pacífico. En (1872), se ve publicada la primera serie de su obra capital Tradiciones Peruanas.

Ricardo Palma Soriano
Lima 1833 – Miraflores 1919


A lo largo de su vida va publicando artículos históricos, trabajos de investigación como Anales de la Inquisición de Lima e incluso estudios lexicográficos sobre la variedad peruana del español.

El éxito cosechado por sus Tradiciones, y su incansable quehacer intelectual, lo convierten en una figura reconocida en vida, no solamente en su país, sino en todo el mundo de habla hispana, que lo acoge como uno de los escritores clásicos de prosa más amena del continente americano. Es miembro correspondiente de la Real Academia Española, la Real Academia de la Historia y de la Academia Peruana de la Lengua así como miembro honorífico de la Hispanic Society de Nueva York. En 1881 participa en la defensa de Miraflores durante la batalla de Miraflores del 15 de enero de 1881, en el Reducto Nº 2, al mando del coronel Ramón Ribeyro, donde las tropas invasoras luego de la batalla, incendiaron la ciudad incluyendo su casa. En 1883, es nombrado director y restaurador de la Biblioteca Nacional del Perú.

Contrajo matrimonio con Cristina Román Olivier; siendo padre de varios hijos. Su hijo Clemente Palma fue un destacado escritor, autor de cuentos fantásticos, generalmente de terror, influidos por Edgar Allan Poe. Su hija Angélica Palma fue una de las fundadoras del movimiento feminista peruano. Muere en la localidad limeña de Miraflores, en 1919.

Encantador escritor, Haya de la Torre dijo de él que era “Tradicionista pero no tradicionalista”, para José Carlos Mariátegui (Moquegua 1894-Lima 1930), el gran autor de “7 ensayos de interpretación de la realidad peruana”, periodista, escritor y pensador socialista, Palma es “dueño de una burla que roe risueñamente el prestigio del Virreinato y el de la aristocracia”. Publicó entre 1872 y 1910 sucesivas series de “tradiciones peruanas”


José Carlos Mariátegui


Estas series nos hablan de relatos de la historia del Perú o relatos costumbristas muy al estilo de nuestro gran Mariano José de Larra, con mucho más valor literario que histórico dados los datos anecdóticos, las más de las veces, que llenan sus escritos y usando un lenguaje pletórico de refranes, proverbios y canciones y coplas.

En la cuarta serie, publicada en 1883,Ricardo Palma escribe “Tres cuestiones históricas sobre Pizarro”:



¿Supo o no supo escribir?
¿Fue o no fue Marqués de los Atavillos?
¿Cuál fue y dónde está su gonfalón de guerra?

I

¿SUPO O NO SUPO ESCRIBIR?



Casi todas las biografías, de mayor o menor extensión, lo mismo los opúsculos escritos sobre su vida, comienzan con los mismos juicios de valor sobre el analfabetismo de Francisco Pizarro. No podemos juzgar los niveles educativos de un castellano del siglo XV o del XVI a la luz de los conceptos que manejamos en el siglo XXI. Recordemos que a finales del siglo XV, cuando Cristóbal Colón comienza la larga andadura de convencer a alguien de que su empresa era factible, no hablaba ni portugués, ni castellano, su lengua materna era el genovés, que no era una lengua para ser escrita sino un dialecto hablado, lo cual dificultó enormemente la documentación escrita de sus requerimientos y explicaciones. Cuando Colón llega a Portugal era un, por decirlo de alguna manera, “analfabeto” en escritura. Será en Portugal, y posteriormente en Castilla, donde aprenderá a escribir los idiomas que aprendió a hablar, el portugués y el castellano, sobre todo este último pues el castellano estaba considerado como una “lengua educada”, incluso en el mismo Portugal. Su ortografía portuguesa, al escribir en castellano, hace presumir que aprendió primero el portugués que el castellano, si bien no nos han llegado manuscritos suyos en portugués. También aprendió a leer en latín porque era la lengua en la que estaban escritos la mayor parte de los manuscritos y este mismo idioma usaba para firmar los documentos cuando debajo de sus iniciales escribía “Xto Ferens”, que significa, traducido del latín, “el que lleva a Cristo”. Pero en la mayor parte de su vida fue un ágrafo completo.



Firma de Cristóbal Colón





Cristóbal Colón


En el siglo XV presenciaremos en Castilla el desarrollo de lo que se llamó Renacimiento en Italia y que nosotros, con nuestras propias particularidades llamaríamos Humanismo, que supuso un paso de gigante hacia la modernización de la sociedad en cuanto a la educación de las todas las clases sociales. Para 1450 ya existen en España 6 Universidades y ya se sabe que en todas las ciudades castellanas de más de dos mil habitantes ya había escuelas para la enseñanza del latín. La circunstancia histórica de la España Imperial condicionó la singularidad de un renacimiento cultural, de su desarrollo y evolución. Este periodo se caracteriza por un interés socio-político y económico de una burguesía incipiente. La cultura humanista preside la retórica de un discurso social en el que la felicidad del pueblo se supone debía provenir de la democratización cultural gracias a una lengua común, la lengua castellana.

Así nos describe, Antonio Martínez de Cala y Jarava (Lebrija, Sevilla 1441 — Alcalá de Henares, 5 de julio de 1522), más conocido como Elio Antonio de Nebrija, el nacimiento del castellano:



"La lengua castellana tuvo su niñez en los tiempos de los jueces y reyes de Castilla y León, y comenzó a mostrar sus fuerzas en tiempos del muy esclarecido y digno de toda la eternidad el rey Don Alfonso el Sabio, por cuyo mandato se escribieron las Siete palabras, la general Istoria, y fueron trasladados muchos libros del latín y arábigo en nuestra lengua castellana;... y así creció hasta la monarquía y paz de que gozamos"


Pero será en los tiempos del Humanismo en que, Elio Antonio de Nebrija, en el mismo año del descubrimiento de América, 1492, abre otro mundo de posibilidades al publicar la “Gramática de la Lengua Castellana” para el conocimiento de las letras entendidas estas como el arte de hablar y escribir correctamente. España vive un desarrollo cultural estrechamente unido a su evolución política. Queda reflejado que el desarrollo y evolución de una lengua implica y explica la historia cultural de los pueblos, su florecimiento o decadencia. Preguntado por Isabel la Católica sobre el sentido que tenía componer una gramática castellana, Nebrija destacó la importancia política de la lengua, y añadió:


“Una cosa hallo e saco por conclusión mui cierta: que siempre la lengua fue compañera del imperio”

Elio Antonio de Nebrija


El carácter unívoco de la lengua lo entendió perfectamente Elio Antonio de Nebrija al publicar en 1492 su famosísima “Gramática de la lengua castellana” (dividida en Ortografía, Prosodía, Etimología y Sintaxis). Este tratado tiene un contenido filosófico que llega mucho más allá de ser un sistema normativo para explicar las cosas con el mínimo de los recursos y principios. Dar cuenta de la realidad es una labor del lenguaje, así al fijar de modo uniforme las reglas de la comunicación verbal o escrita, en la diversidad de lenguas y modismos de la península es propender a la unión y a la cohesión. Esta será la argamasa que unirá a los pueblos hispanoamericanos y que forjará, al mismo tiempo, la fuerza política. Al mismo tiempo los trabajos de Francisco de Vitoria y de Luis Vives sentarán las bases humanísticas que serán el bagaje cultural que España transferirá a sus provincias americanas en un fenómeno de transculturización único en el mundo occidental.



Elio Antonio de Nebrija
explicando su Gramática


Pero no existía un sistema de educación popular de masas, solamente se educaba el que iba para letrado o para religioso. Estima el historiador e hispanista francés, Bernabé Bennassar, que entre 1540 y 1650 estaba alfabetizado un 90% de los nobles; y de las mujeres de la nobleza, aunque muchas sabían leer, no pocas no sabían escribir. Entre pequeños comerciantes, labradores y de otros oficios manuales estaba alfabetizado alrededor de un 40%. Y entre servidores domésticos, jornaleros y peones, prácticamente eran analfabetos el 100%, por lo que se puede estimar que a comienzos del siglo XVI eran analfabetos el 90% de la población. Tan es así que los primeros intentos de adoctrinamiento cristiano de la Iglesia con los catecismos del Padre Astete y del Padre Ripalda, a finales del XVI, contenían abecedarios para una primera ilustración y esta era práctica normal desde el siglo anterior.

Era de uso común, en la época de Isabel y Fernando, el nombramiento de ayudas de cámara con este encabezamiento:


«Y por cuanto vos, Hernándo Díaz de Rábaga, nos habéis probado no saber leer ni escribir y ser expedito en el manejo de la aguja, hemos venido en nombraros ayuda de nuestra real Cámara, ...»


Lo cual demuestra que el analfabetismo era bastante común en la época y que en nada desmerecía para poder acceder a un título.

Durante el siglo XV tenemos indicios de que en países como España y Francia ya se enseñaba a leer y escribir en lengua vernácula y no en las lenguas cultas como se tenían al latín y al griego. El desplazamiento es significativo en tanto se dejó el aprendizaje del latín para los estudios avanzados y se empezó a enseñar la lectura y la escritura en la lengua materna. En la Europa del siglo XVI existían preceptores de escritura quienes recibían a los alumnos en su casa o bien, acudían al domicilio de éstos. En esencia eran "particulares" –aunque en ocasiones organizados en gremios– que tenían cierta autonomía con respecto a las autoridades municipales y religiosas. En algunas regiones hubo preceptores itinerantes que recorrían pueblos y pequeñas comunidades ofreciendo sus servicios, pero era esta una práctica que solo se usaba en las altas clases dominantes, no era propia de siervos ni de señores de la guerra, la instrucción general podemos decir que estaba en sus comienzos en el siglo XVI. Y esta práctica de la instrucción será llevada, posteriormente, a las provincias americanas, específicamente en la Nueva España y en la Nueva Granada, con la novedad introducida, sobre todo por los Jesuitas, de enseñar el catecismo en lengua nativa.



Madonna de los Reyes Católicos, c. 1495


No es de extrañar pues que, Francisco Pizarro, un porquerizo de Extremadura, hijo natural de un alférez de los Reyes de Castilla y Aragón, Gonzalo Pizarro apodado “el largo”, y de una campesina y doncella de servir de Beatriz Pizarro, Francisca González Mateos, y que después habría de dedicarse a la guerra siguiendo a Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, fuese analfabeto.

En el contrato que se firma en Panamá en Mayo de 1524 entre los capitanes Francisco Pizarro y Diego de Almagro y el clérigo Hernando de Luque (testaferro de Gaspar de Espinosa proveedor de los fondos de la expedición), se deja constancia del analfabetismo de Pizarro y de Almagro:



“Y porque no saben firmar el dicho capitán Francisco Pizarro y Diego de Almagro, firmaron por ellos en el registro de esta carta Juan del Panés y Álvaro del Quito”



El cronista vallisoletano Agustín de Zárate (1514-1560) fue durante quince años contador del Consejo de Castilla y en 1543 fue nombrado contador de mercedes para el Virreinato del Perú y Tierra Firme. En 1544 va con la expedición de Blasco Núñez de Vela al Virreinato del Perú. Estando en este puesto la Audiencia de Lima le nombró como negociador entre los encomenderos, que estaban al mando de Gonzalo Pizarro y el Virrey. En el transcurso de las negociaciones fue hecho preso por Gonzalo Pizarro. En 1545 volvió a Castilla donde tuvo que enfrentar cargos por traición. En la corte y por encargo del Príncipe de Asturias, el futuro Felipe II, escribió una historia y descubrimiento del Perú, que narraba tanto la conquista por parte española como acontecimientos anteriores, teniendo como límite cronológico la muerte de Gonzalo Pizarro.



Firma autógrafa de Agustín de Zárate


En ese texto, que recibió como primer título “Historia y descubrimiento del Perú”, afirma que Pizarro solo sabía hacer dos rúbricas y así lo constató Ricardo Palma en la Biblioteca de Lima donde vio varios manuscritos con estas dos rúbricas y en alguno de ellos también vio que entre las dos rúbricas alguien, tal vez el secretario, había escrito “El marques Francisco Pizarro”. La rúbrica escribía:



Supuesta firma de Francisco Pizarro



Hay otros textos rubricados en varios archivos limeños y en el Archivo General de Indias donde Ricardo Palma asegura que la rúbrica que aparece tiene las mismas características caligráficas que las del amanuense que escribió el documento. De todos modos la disquisición sobre la veracidad o no de la rúbrica no necesariamente nos atestigua que supiese escribir más allá de eso, y lo que sí es definitivo es que no disponemos de ningún texto escrito atribuido a su mano mas allá de las posibles rúbricas antes dichas.





Su firma autógrafa de puño y letra,
estampada en el Acta de Fundación de Lima,
fechada el lunes xviij del mes de henero de el dicho año (1535)


En una bula papal del siglo XVI que se conserva en el Archivo General de la Nación del Perú aparece una supuesta firma de Pizarro. Y en otro documento llamado Protocolo Ambulante de los Conquistadores”, que data de 1533, considerado como el más antiguo del que tengamos noticia se guardan todas las escrituras sobre la repartición de tierras, de ganado, y se detalla que fueron aprobadas por Francisco Pizarro, quien estampó su propia firma. Según versiones, el conquistador era considerado analfabeto, pero sin embargo su firma –para darle valor a las escrituras– permanece impresa en las adquisiciones que se hacían y que quedaban inscritas en dicho libro, como por ejemplo la compra-venta de ganado vacuno signada con el número 191, considerada la más antigua.

De todos los libros referidos a su biografía o referidos a la conquista y descripción del Perú, no hay ni uno solo que mencione algún escrito o que mencionase que Pizarro estuviese alfabetizado. El historiador francés Bernard Lavallé, que ha escrito la biografía definitiva de Francisco Pizarro, también certifica el analfabetismo de Pizarro. Como todos los historiadores anteriores se afirma solamente esto pero no se hace una evaluación del significado del analfabetismo en su época y a veces pareciera que se quisiese valorar este dato a los ojos del tiempo presente como minusvalorando al personaje. Otro escritor peruano, Roberto Barletta Villarán, en una reciente biografía del conquistador también afirma su analfabetismo pero en estos términos:



“Una de las grandes virtudes de Pizarro, fue la de aprender lo más destacado de todos aquellos que fueran sus jefes. A pesar que toda su vida fue un analfabeto, se mimetizaba con ellos”