Refiere el historiador Floro (33-64) que las guerras cántabras que se habían producido entre los años 29 a.C al 19 a.C. es decir, casi cien años antes, eran una reacción de los romanos contra estas incursiones y fueron tan problemáticas para los romanos que el mismo emperador Augusto tuvo que venir a Hispania a hacerse cargo de esta guerra. Así escribió Floro:
“En Occidente, casi toda Hispania estaba pacificada excepto la que baña el Océano Citerior y toca a las montañas de la extremidad del Pirineo. Aquí se agitaban dos pueblos muy fuertes aún no sometidos, los cántabros y los astures”
Augusto llega a Hispania a fines del año 27 a.C. y así nos los relata Orosio:
«En el año 726 de la fundación de Roma, siendo cónsules el emperador Augusto por sexta vez y Marco Agripa por segunda vez, entendiendo que a poca cosa se reducía lo hecho en Hispania durante doscientos años si permitía que los cántabros y los astures, los dos pueblos más fuertes de Hispania, se portasen a su albedrío, abrió las puertas del templo de Jano y salió en persona con un ejército hacia Hispania»
Y es en tierras de Tarraco donde Augusto procede a la famosa división de Hispania en tres provincias: Ulterior, Citerior y Lusitania, la primera al mando del Senado, la segunda y la tercera al mando de Augusto. Para someter las tierras norteñas Augusto establece un frente principal que estaba formado por una línea maestra con tres puntos centrales que eran tres campamentos principales: “Segisamo” para enfrentar a los cántabros, “Asturica” contra los astures y “Bracara” contra los Galaicos.
Hispania Romana
El ejército romano estaba formado por la Legio IV Macedónica que se dividió en tres columnas para atacar la región por tres puntos. Una de las columnas, la central, al mando del emperador Augusto se traslada a Cantabria siguiendo la ruta del río Pisuerga y en varias campañas victoriosas somete toda Cantabria. Es posible que esta campaña haya sido ayudada por una escuadra procedente de Aquitania que habría desembarcado en Portus Blendium (la actual Suances). Otra columna, la occidental, entra hacia tierra de los Astúres por el actual Puerto de Pajares con destino a Gigia (la actual Gijón) ciudad que muchos autores hacen coincidir con “Oppidum Noega”. La columna oriental sube hasta Bilbao habiendo entrado por Espinosa de los Monteros (Burgos). Los autores nos relatan las dificultades extremas para batallar unas cohortes acostumbradas a pelear en terrenos llanos y no montañosos, ante ejércitos regulares y no con guerras de guerrillas. La unidad principal del ejército romano era la legión de infantería, armada con los “pilum” (lanzas), espada corta y casco de bronce; los cántabros y astures usaban jabalina y una espada llamada “falcata ibérica”, y se protegían con casco de cuero.
Soldado romano con su “pilum”
El ejército romano estaba compuesto principalmente por tres tipos de unidades militares: La infantería llamada “Legio”; cada legio estaba dividida en 10 cohortes, cada una de ellas contenía 6 centuriae, excepto la Cohorte I (Prima Cohorte), la cual era más grande que el resto, pues contenía 10 “centuriae”. Cada “centuriae” tendría cerca de 100 hombres, de tal modo que la “cohorte” básica (equivalente de un batallón actual) tenía entre 400 y 600 hombres. Cada “centuriae” era comandada por un Centurión. El centurión más importante de una “legio” era conocido como “Primus Pilus”. Este era el comandante de la “Cohors I” (Prima Cohort). Obviamente, el centurión menos importante era el comandante de la “Cohors X”. Toda fortificación, muro, puente, etc. construido por la “cohorte” , era firmada por su centurión; existían dos tipos de “cohortes” : “Cohorte Peditata”: formada solo por infantería y la “Cohorte Equitata”: mixta, formada por infantería (2/3) y caballería ligera (1/3).
Falcata Ibérica
Asturias es ocupada por los romanos, pero no sabemos a ciencia cierta en que momento ni a través de qué batalla, pero sí sabemos que en el año 26 a.C. estaba ocupada. En los años 22 al 20 a.C. hubo rebeliones, lo cual constata que ya Asturias estaba en manos romanas. Probablemente fuese Agripa, yerno de Augusto por su matrimonio con su hija Julia, quien llegó hasta la costa de “Noega Ucesia”, actual Ribadesella, procedente de las Galias, en el año 19 a.C. para pacificar la región. Este mismo año 19 a.C. se toma como el año del fin de las guerras cántabras con el cerco de los últimos cántabros en el Monte Vindio. Por el oeste el suceso final será el cerco del famoso Monte Medulio (elevación sobre el río Miño o Sil) el cual después de ser cercado con un foso de quince millas no logró la rendición al preferir los cercados suicidarse. Los sucesos de Monte Medulio ponen fin definitivo a las guerras entre astures y cántabros contra los romanos.
Y Asturias siguió siendo romana hasta la caída del imperio. Y la famosa “pax romana” fue asegurada con la presencia en el norte de Hispania de tres legiones, la VI “Victrix” residente en Lugo, la X “Gemina” en Rosinos de Vidriales y la VI “Macedónica” en Aguilar de Campoó. Estas tres legiones fueron sustituidas por la Legio VII “Gémina” en León en el año 68 d.C.. Esta Legio VII estableció “cohortes” en Galicia, Asturias Cismontana y Cantabria como nos lo demuestran lápidas votivas e inscripciones halladas en la zona.
Una vez conquistado todo el norte de Hispania, Asturias y Gallaecia se incorporaron administrativamente a la provincia Lusitania Ulterior y Cantabria se incorporó a Lusitania Citerior. En tiempos de Augusto se cambió la adscripción a la Provincia Tarraconense. La actual Asturias comprendía tres zonas jurídicas distintas, la zona que va desde Navia hasta el río Eo se llamaba “Conventus Lucensis” que tenía su capital en “Lucus Augusti” (la actual Lugo). La zona entre los ríos Navia y Sella se llamaba “Conventus Asturum” y tenía su capital en “Asturica Augusta” (la actual Astorga), y por último la zona comprendida entre los ríos Sella y Deva se llamaba “Conventus Cluniense” y tenía su capital en “Clunia” (la actual Peñalba de Castro). Estos “conventus” eran circunscripciones con competencias jurídicas, militares, religiosas que agrupaba a una o varias poblaciones autóctonas.
Esta división administrativa se mantuvo hasta los tiempos del emperador Diocleciano, si bien en tiempos del emperador Caracalla se creó la “Provincia Nova Hispaniae Asturiae et Gallaecia” que no parece que hubiese sobrevivido a la duración de su gobierno, pero que después volvemos a encontrar en tiempos de Diocleciano. Desde esos tiempos Asturias formó parte de la provincia de Gallaecia. Con esta división la provincia de Gallaecia, ampliada con Asturiae, se extendía por el este hasta la actual Reinosa.
Los motivos de haber separado estas dos provincias en una sola parecen haber sido la lejanía de Tarragona, centro de toda la administración, y la coincidencia de importantes cohortes romanas en un centro de aprovisionamiento de oro. Esta nueva administración también tenía por objeto introducir factores de adaptación para que las tierras ocupadas fuesen siendo influenciadas por las ideologías romanas. Se concedieron prebendas a los soldados romanos que quisiesen quedarse en las tierras sometidas y así con este método se fundaron ciudades como “Emerita Augusta” que es la actual Mérida, y “Cesaraugusta” que es la actual Zaragoza y se acrecentaron centros poblados como “Asturica Augusta” (Astorga) y “Lucus Augusti” (Lugo).
Otro modo de integrar a cántabros y astures en la romanización fue incorporando a los jóvenes cántabros y astures en unas unidades auxiliares de las cohortes a las que se les agregaba el nombre de “astures” para indicar que tenía miembros de la región. Los jóvenes ascendían en la escala social con este servicio y así nos lo muestra la lápida de Pintaius Pedilici (Pintaius, hijo de Pedicilius) quien era un “astur transmontano”,del “castello intercatia” probablemente de Pajares, que fue portaestandartes, “sígnifer”, de la Cohorte V Asturum que servía en Germania. La lápida nos lo muestra cubierto con una piel de oso.
Pintaius, Pedicilius filii
Otro asturiano en el servicio fue Gaio Sulpicio Ursulo (oso) quien como militar llegó a general de los “Symmachiarii Asturum” en la Guerra contra los Dacios, en tiempos del Emperador Trajano (98-117). A lo largo de su extensa carrera militar militó en la “Cohorte IV Pretoriana” o guardia del emperador y en la “Legio IV Augusta” destacada en África, donde nació su hijo Gaio Sulpicio Africano, quien dedicó su lápida mortuoria. Curiosamente, el hijo romanizado de Ursulo, dedica una lápida votiva a Nimmedo Seddiago, el dios astur de su padre, lo que nos indica la presencia de dioses locales.
Se menciona siempre como una causa de la ocupación de estas tierras por los romanos la pacificación de estos pueblos aguerridos y también ha cobrado mucho auge la importancia de los yacimientos minerales de Asturias para la dominación de estas agrestes tierras. Parte de su riqueza mineral era el cobre, “cuprum”, en la zona del Aramo y en Lena. El hierro, “ferrum”, en Pola de Allande y en Grandas de Salime y en los Oscos. Plata, “argentum”, y plomo, “plumbeum”, en Ibias y en los Oscos. Cinabrio, “cinnabaris”, en Mieres y en Pelúgano. Pero la principal explotación minera de Asturias fue el oro, “aurum”, que se encontraba en estas tierras en yacimientos primarios y secundarios. Los yacimientos primarios están constituidos por los filones de oro puro incrustados en las rocas, generalmente cuarzos (oro de mina) y los yacimientos secundarios son los que están constituidos por sedimentos auríferos en forma de pepitas o de arena que provienen de la erosión de los yacimientos primarios por las aguas de un río normalmente (oro de placeres). A estos yacimientos secundarios también se les llama yacimientos de aluvión y estos son los que explotaban fundamentalmente los romanos en Asturias. Se considera que un yacimiento de aluvión es rico cuando la concentración de oro es superior a 100 miligramos por metro cúbico. Esta concentración recibe el nombre de ley. La ley de los yacimientos asturianos estaba alrededor de los 50 o 60. Para remover estos sedimentos se hacía mover grandes cantidades de agua a lo largo de la ladera de la montaña donde se encontraba el yacimiento con el fin de que erosionase el terreno y fuese extrayendo el oro del yacimiento. En muchos casos, incluso, se llegó a cavar zanjas y túneles en la montaña para facilitar la remoción por medio del agua que bajaba por estos canales en forma de trombas que prácticamente hacía que la montaña se viniese abajo por la erosión.
Pero mucho yacimientos del occidente astur fueron yacimientos primarios, por lo que las técnicas de extracción era totalmente diferentes y mucho más complejas ya que había que romper las rocas con picos o con la técnica de introducir cuñas de madera en grietas que después empapaban de agua para que su expansión rompiese la piedra. Una vez obtenido el material pétreo era machacado y lavado en canalones con agua utilizando la técnica del arrastre con agua. En uno u otro procedimiento de extracción es importantísima la presencia del agua como agente extractor por lo que en esta región asturiana la red hidráulica haya alcanzado cotas muy elevadas para la época.
Las Médulas (León), terreno erosionado por las extracciones de oro
por el procedimiento de derribo de los montes, “ruina montium”
Alrededor de estas explotaciones se formaron asentamientos poblacionales en los que los descubrimientos arqueológicos han encontrado restos de estas poblaciones junto con sus instrumentos de trabajo. En los mismos lugares se han encontrado cenizas y escorias procedentes de fundiciones que dado el tamaño de las mismas podemos suponer el gran volumen de las extracciones.
Las explotaciones se siguieron hasta bien entrado el siglo III en el que el agotamiento de los yacimientos y sobre todo el cambio del sistema monetario romano hizo que las explotaciones de oro entrasen en decadencia. Pero el sistema monetario fundamental fue el establecido por el Emperador Augusto que tenía como unidad monetaria el “aureus” de oro y el “denarius” de plata. El crecimiento del Imperio, y su consecuencial aumento en las operaciones mercantiles o de pago de las soldadas, hizo que la necesidad de oro para acuñar moneda se hiciese vital, por ello las explotaciones eran una labor de Estado y monopolizaron tanto sus yacimientos como toda las técnicas de extracción y elaboración de monedas. En este sistema un “aureus” pesaba 7.8 gramos con lo que con una libra romana de 327 gramos se podían acuñar 42 “aurei”.
“Aureus”, moneda de oro del Emperador Galba
Pero este oro no se utilizó exclusivamente en la elaboración de monedas sino que también fue utilizado en orfebrería de la que nos han quedado delicadas e importantes piezas. Una de las piezas más importantes es la diadema de San Martín de Oscos (aunque en realidad se encontró en Moñes, Piloña). Esta diadema, además de su exquisita factura, tiene la peculiaridad de que lleva grabadas en altorelieve escenas de la vida diaria, personas desnudas, a caballo, con objetos rituales, con armas, todo ello enmarcado en un ambiente lacustre con especies animales como aves en trance de comer peces. Toda esta imaginería se encuentra alrededor de la diadema sin solución de continuidad, sin un principio y sin un fin. Pareciera ser sólamente una colección abigarrada de personas, animales y cosas, pero un estudio semiológico nos indica más bien que es una interpretación del ciclo vital del hombre astur, una historia de vida y muerte. El transitar la vida, lo que llamamos el ciclo vital del hombre, es seguido por un hilo conductor que en esta diadema es el río y un rito que, aunque no está explícito, suponemos que involucraba a los personajes que aparecen en la diadema. El río es un elemento sagrado, misterioso, que es el camino o curso de la vida.
Trozo de la diadema de Moñes (Piloña, Asturias)
Las diademas eran labradas en láminas de oro con técnicas de martillado eran dibujadas con punzones y su técnica y estilo es similar a toda la encontrada en las excavaciones castreñas de todo el accidente. También es peculiar la fabricación de los “torques”, piezas señeras de la orfebrería de la época. Los torques eran collares que se usaban como adornos o como insignias distintivas. Estas piezas se fundían en moldes con la técnica de la cera perdida, lo cual permitía realizar unas piezas con detalles decorativos muy minuciosos que le conferían un gusto exquisito a las piezas. La técnica de la cera perdida es una técnica por medio de la cual se elabora una pieza en cera, en ella se dibujan los ornamentos con toda la delicadeza de trazos y detalles que permite la cera; posteriormente se recubre de arcilla. Cuando ésta se seca se derrite por calor y queda el molde de arcilla con todos los dibujos de la cera transferidos a ella. En el molde se vaciaba el oro fundido y se obtenía la pieza al romper la arcilla seca.
Además de diademas y de torques se fabricaron fíbulas que eran broches o hebillas, y se fabricaron amuletos y arracadas. Por cierto, “arracada” es una palabra árabe (arraqáda) que traducida literalmente significa “la que duerme constantemente”. En la edad media debió dársele ese nombre a unos pendientes que, por ser muy largos, reposaban sobre los hombros, de ahí ese curioso nombre árabe para ellos. Pues bien las arracadas castreñas asturianas fueron elaboradas siguiendo las mismas técnicas del sur de la península y en ellas también se presentan hechuras con filigrana de oro e incluso con granulado que era la técnica de adornar la pieza con pequeñas bolitas de oro. Este tipo de técnica usada nos indica la gran transferencia de información del sur de la península hacia el norte.
Una sinuosa línea conducente de la historia une la ocupación de unos pueblos aguerridos de unas tierras agrestes para obtener dificultosamente un oro que sirvió para acuñar moneda que pagaba las soldadas que conquistaban lo que había de llamarse el Imperio Romano. En su transcurrir dejaron una cultura, y unas leyes y unas estructuras sociales que han sido la base de una porción muy importante de la historia de nuestro enigma histórico como pueblo.
Puedes darme información sobre la diadema de Moñes???
ResponderEliminarPuedes mandarme información sobre la diadema de Moñes???
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