lunes, 6 de agosto de 2007

LOS PRIMEROS LIBROS EN CASTELLANO

Ya habíamos asistido al nacimiento de las primeras palabras del castellano, escritas por un oscuro fraile allá por la Cogolla, como unas notas marginales de traducción o de comentario del texto en latín sobre el que se escribieron. Esas famosas “glosas” son las primeras palabras y oraciones del idioma castellano o, como en realidad purista debiéramos decir, de ese dialecto del latín que es el castellano. Han de transcurrir muchos años hasta que pasemos de las primeras palabras, o incluso alguna oración existente en esas glosas, a un texto que podamos decir que, verdaderamente, está escrito en castellano.

La toma de Toledo en el año 1085, por Alfonso VI, marca un hito importante en nuestra historia. En efecto, el nombramiento como Arzobispo de Toledo de Bernardo, anterior Abad del Monasterio Benedictino de Sahagún, hace que se lleven a esta tierras toledanas monjes provenientes tanto de Sahagún como de Francia, ya que Bernardo era Franco. Convocado el Concilio de León en 1091 se decretó en él la reforma de la iglesia castellana abandonándose el rito mozárabe por el “cluniacense” o “romano”, como se llama desde entonces. Esta reforma, proveniente de Francia, incluyó, también, el uso de la escritura erudita (en latín por los clérigos) y el castellano literario que había comenzado a formarse. Incluso se cambió la letra llamada visigótica por la francesa que había sido desarrollada en el reino francés en tiempos de Carlomagno, por lo que a veces también se la llamaba “carolingia”.

Hasta entonces los libros se escribían en latín o en árabe. Recordemos que Ramón Lulio escribió antes en árabe que en latín o catalán. En el siglo XI se escribía sobre álgebra, astronomía y sobre medicina, pero casi todos estos libros están escritos en árabe y posteriormente, siglos después, traducidos al latín (lengua erudita de los clérigos) y al castellano (lengua vulgar del pueblo y de los juglares).

Pero volvamos a la conquista de Toledo. Al producirse ésta, se conglomeraron en la ciudad de Toledo mozárabes, moros, castellanos, francos y judíos. Los mozárabes eran los godos del siglo VIII que habían permanecido en tierras ocupadas por moros y que habían conservado su religión y sus ritos e incluso las leyes que los regían. No se habían mezclado las sangres con los moros por lo que se consideraban muy nobles y por ello Alfonso VI los tuvo en gran consideración después de la toma de Toledo y lo demostró dándoles a ellos el gobierno de la ciudad (como alcaides y jueces) y permitiéndoles, por vía de excepción, el uso del rito mozárabe en vez del romano. El resto de los habitantes de Toledo, moros y judíos, permanecieron en las “aljamas” (palabra de origen árabe “al-yahud”, que significa conjunto de personas). El resto del territorio fue colonizado por gentes venidas de Galicia, Asturias, Navarra, de la propia Castilla y de Francia, especialmente gascones, bretones y provenzales. Estos franceses mantuvieron leyes y jueces procedentes de Francia, privilegios que les fueron otorgados en fueros y que fueron tan generosos que dieron en usarse las palabras “franco”, “franquear”, “franquicia” (tan de moda hoy, pero que ya se usaba en 1102) para significar algo muy privilegiado.

Esta es la apertura que se inicia en Toledo, allí pueden convivir moros, judíos, mozárabes y francos, todos conservando sus ritos, leyes y jueces; apertura que se reflejará en la literatura producida en esa época. Variada, rica, sensual por árabe, amorosa y caballeresca por francesa, científica y erudita por judía.

Las primeras palabras (alrededor de unas 400) datan de finales del siglo X o comienzos del XI y están en el Códice de Santo Domingo de Silos (por cierto en poder del Museo Británico), aunque hay unas pocas palabras castellanas en la “Crónica de Toledo” y en el “Liber Glossarum”, ambos libros del siglo VIII.

La primera obra escrita en castellano es el Cantar de Mío Cid, obra escrita en verso de composición típicamente francesa, pero que difiere sustancialmente de la épica francesa en que la épica castellana enaltece a héroes que tuvieron que enfrentarse a reyes mientras que la francesa (Ciclo de la Chanson de Roland) exaltaba a los reyes.

Este Cantar fue escrito, aproximadamente, entre los años 1175 y 1207. Pero también podría ser posterior si interpretamos lo que nos dice la copia, de hacia 1350, que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid:


“...Per Abbat le escrivió en el mes de Mayo en era de mill e CC xlv años”


Lo que quiere decir que Per Abbat lo escribió en Mayo de 1245, que equivale al año 1207 del nuevo calendario. Lo que nos deja la inquietud de saber si él escribió este libro en 1207 o simplemente era, a su vez, un copista y entonces el Cantar de Mío Cid es anterior a 1207.

Pero también conocemos alguna poesía de Judá Leví (1085-1143) famoso poeta hispanomusulmán que compuso poesías en castellano, al igual que Abencuzman (c. 1126) compuso poesías con mezcla de árabe y romance castellano. En 1266 se traducen del hebreo al castellano 70 salmos de la Biblia, y es la primera versión en castellano que tenemos de la Biblia. Casi todos los escritos que podemos mencionar se refieren siempre a traducciones al castellano de libros escritos en árabe o en hebreo y, por supuesto, latín. Los árabes y judíos comenzaron a escribir poco a poco en castellano pero con caracteres árabes en un estilo que se dio en llamar “aljamiado”. Pero la influencia francesa que entró a Castilla procedente de Cluny introdujo la épica con aquella superautopista de la información en la Edad Media para la difusión de la cultura que fue el “Camino de Santiago”. Y siempre fue versificado, tanto si lo era en la forma de “pie de romance” que usaron los del “Mester de Juglaría” como si lo era en la forma de “alejandrino” que usaron los del “Mester de Clerecía”.

Hay que esperar hasta el siglo XIII para encontrar el primer libro en prosa castellana y es el “Liber Regum” (hacia 1220), está escrito en lengua romance navarra. Posteriores serán los “Anales Toledanos” (hacia 1240) y el “Fuero Juzgo” (1241) escritos en castellano. E inmediatamente después, las obras de Alfonso X entre 1220 y 1284.



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