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martes, 31 de julio de 2007

AREQUIPA, LA DAMA DEL NEVADO AMPATO

Las calles de Arequipa aún me iban a seguir dando sorpresas. La Plaza de Armas de Arequipa es una de las plazas mayores más bellas que yo conozca. En esta plaza concurren ocho calles, todas ellas con auténtica personalidad colonial, con tan españoles nombres como: San Agustín, San Francisco, Mercaderes, Santa Catalina y La Merced, o republicanos como: General Morán, Álvarez Thomás y Puente Bolognesi. La plaza de Armas es digno encuadre para la blanquísima Catedral de Arequipa, toda ella construida en sillar, la bella piedra volcánica que le da personalidad propia a toda la ciudad.

Frente a la catedral comienza la calle de la Merced, que lleva este nombre ya que en ella se encuentra un convento cuya construcción se inició en 1551 y se concluyó en 1607 con un atractiva portada lateral, en la que destaca la imagen de la virgen de las Mercedes acompañada de dos santos mercedarios. Tanto la iglesia como el convento, el segundo construido en la ciudad, han sido edificados utilizando sillar arequipeño. Pero no es esta bella Iglesia la que hoy me llevó a la Calle de la Merced sino a una espléndida casa colonial que hoy es la última residencia helada de una niña, más conocida por “la Dama de Ampato”, la “Señora de las Nieves”, o, familiarmente para los arequipeños, Juanita. La momia helada que trajo hasta nosotros toda la cruda historia de un sacrificio ritual a los Apus, los espíritus de las Montañas del mundo religioso inca.

Todo comenzó hace unos 540 años, cuando sobre los incas reinaba Pachacuti o Sapa Inca Pachacútec Yupanqui; una niña inca de unos 14 años, fue escogida especialmente para ser sacrificada y ofrecida al volcán Sabancaya, con el propósito de que las erupciones de este volcán cesasen.


En la cultura Inca se daba por cierto que la gente se originaba de las montañas y de otros accidentes geográficos. Se señalaba a algunas montañas como progenitoras de la gente, no dejando de tener razón en parte, debido a que cada región geográfica da vida a sus moradores. Los Incas realizaban ofrendas humanas por diversos motivos: cuando el Inca iba a la guerra, cuando moría o enfermaba y en los festivales más importantes de los solsticios de invierno y verano, Junio y Diciembre. Las huacas de la cultura Moche o Mochica (pirámides ceremoniales hechas con millones de adobes) recibían parte de las ofrendas de la Kapaccocha (ofrendas con sacrificios humanos).

La niña fue llevada a Cusco, desde un lugar no precisado, probablemente Cabanoconde, la tierra de los Collahuas y los Cabanas donde se enseñorea el Cañón del Colca (con el Cotohuasi los más profundos del mundo) y fue acompañada de todos los nobles e importantes de su lugar de origen. En la ciudad fue atendida personalmente por el propio Inca, quien, en la ceremonia religiosa llamada Kapaccocha, le transfería parte de su divinidad para poder ponerla en digno contacto con los dioses de la montaña en un viaje sin retorno. Fue llevada a la cima del Nevado Ampato, una montaña de 6.318 metros que le debe su nombre, Ampato, a la palabra aymara que significa forma de sapo.


El Nevado Ampato

Llegada a la cima comenzó la ceremonia. Los Incas construyeron una plataforma de 14 m2; en este lugar, el sumo sacerdote realizó las últimas ofrendas al Apu Ampato y, a través suyo, envió las solicitudes de su pueblo al Inti, el Dios Sol. Primero estuvo sujeta a un ayuno riguroso y el último día, antes de la ofrenda, tomó sus últimos alimentos compuestos enteramente de vegetales, 6 a 8 horas antes de morir; así mismo fue preparada con hierbas y coca para lograr una muerte dulce y placentera. Con un golpe de una macana de granito de cinco puntas, en la ceja, (una de las puntas llegó a introducirse 6 cm.), fue muerta en el acto. Con todas sus ropas ceremoniales, figurillas humanas, animales en miniatura, vajilla y joyas, sus adornos, además de tres muñecas rituales o illias, una illia de oro representaba al sol, y habría sido entregada a Juanita por el propio inca en la plaza principal de la ciudad imperial del Cusco, en la celebración de Kapaccocha. Una illia de plata que representaba a la luna y la tierra, y una illia de spondylus, que es la más importante de las tres porque representaba a la misma joven que iba a ser sacrificada. Ella estaba vestida con un traje de fibra de alpaca, y cubierta por una manta doblada de dos metros cuadrados; lucía dos tupus o prendedores de plata para ajustar su vestido, una ñañaza o pañuelo de alpaca ceremonial utilizado solo por la clase social alta; un wato o cuerda de lana de alpaca, atributo utilizado por la nobleza inca, entre otros aditamentos. Con todo lo que componía un ajuar funerario fue acomodada en la cima de la montaña y abandonada al sueño de las nieves y los siglos. La Dama yacía en su blanca tumba de hielo eterno en ofrenda perenne a los Apus.


Llama y concha de Spóndilus

Corrían los últimos días del mes de agosto de 1955. El volcán Sabancaya volvía a tener actividad y el calor desprendido de sus erupciones y las cenizas ardientes deshelaron las cumbres vecinas, entre ellas el Ampato. El deshielo afectó el sueño eterno de la Dama de hielo, descubriéndola y exponiéndola al sol. Liberada de los hielos rodó cuesta abajo casi 60 metros quedando con su cara helada expuesta.

Unos expedicionarios, al mando del antropólogo norteamericano Johan Reinhard, junto con el arqueólogo José Antonio Chávez, suben hasta la cima del Nevado Ampato para, desde él, poder contemplar el Sabancaya y verificar los efectos que el deshielo podría causar. En algún momento llegaron a observar, atónitos, un pequeño abanico de plumas rojas de papagayo, evidentemente de la cultura inca, que sobresalía de un montículo. Tras ello fue apareciendo el cuerpo perfectamente conservado en el hielo de la primera momia de mujer inca que se haya encontrado. Probablemente, su cuerpo, sea el mejor preservado de todos los que se han hallado en América y que datan de tiempos precolombinos. La momia fue trasladada a Arequipa y allí se conserva en una cámara especial de vidrio, cerrada al vacío. La urna está asegurada con perfiles de acero y tiene en su interior dos capas de plexiglás. La urna se conserva entre -19 y -26 ºC para evitar la deshidratación de la momia. Ahí, en ese helado recinto, es donde prosigue su sueño eterno aunque sin la presencia de los Apus a los que fue sacrificada.

Juanita, la Dama de Ampato

Actualmente, por los estudios que se realizaron en Estados Unidos, se abrió una serie de posibilidades para los antropólogos, patólogos, microbiólogos, parasitólogos, bioquímicos, ginecólogos, especialistas en textilería y cerámica inca y hasta ornitólogos quienes investigarían el tocado de plumas (aparentemente de papagayo) de la momia. Por todos los estudios científicos a los que fue sometida en Estados Unidos y en el propio Perú, sabemos que la Dama de Ampato, Juanita (este nombre le fue dado en honor a su descubridor Johan Erhard), murió a los 14 años de edad, entre 1440 y 1450 d.C., aproximadamente; tenía una estatura de 1,40 metros, había sido estilizada y bella y no había padecido de ninguna enfermedad, tenía una dentadura perfecta y huesos fuertes, había estado bien alimentada con una buena dieta balanceada, había ayunado un día antes del sacrificio, tenía una fisura de 5 cm. en el cráneo y una hemorragia interna que terminó con su corta existencia. Su muerte se produjo por un certero golpe en la cabeza, producido, probablemente, con una macana, cuando estaba arrodillada.


Los resultados de la prueba de ADN demostraron que “Juanita” tenía parentesco con la tribu Ngoge de Panamá y con antiguas razas taiwanesas y coreanas. Los del proyecto Genoma Humano, durante cinco años, habían recogido muestras de sangre de todas las naciones de la Tierra, ubicando geográficamente los grupos de ADN. Esa muestra mundial, demostró que “la raza humana bajó de los árboles en el noreste africano y se propagó por todos los rincones del mundo”. El estudio del ADN de “Juanita” demostró pues, que los seres humanos llegados por el Estrecho de Bering procedían de Taiwán y Corea.



Aún queda por averiguar más de la misteriosa vida y milagros de la Dama de Ampato, la Doncella de los Andes, la Niña de Hielo que los arequipeños llaman familiarmente, y simplemente, Juanita, la niña que volvió de los hielos de la montaña.


Juanita no está sola en su última morada arequipeña, la acompañan varias momias más encontradas posteriormente. En mi visita a este Museo de los Santuarios Andinos de la Universidad Santa María de Arequipa, pude contemplar la perfecta conservación de la momia Sarita (encontrada en 1996 en el Nevado Sara Sara) puesto que por las fechas, Juanita, no podía ser exhibida ya que, un hongo abundante en el ambiente en esas fechas veraniegas, en Arequipa, podía afectar su conservación. Allí la acompaña también Urpicha (Palomita), la momia encontrada en el volcán Pichu Pichu sobre la ciudad de Arequipa, así como otras momias encontradas en el Chachani que nos inducen a pensar en sacrificios por las erupciones del arequipeño volcán Misti.

Arequipa, tantas veces destrozada por la fuerza de los Apus, es ahora la última morada de la Dama del Nevado Ampato. Los dormidos y silentes volcanes, guardianes de la Ciudad Blanca, el Chachani, el Misti y el Pichu Pichu, velan el sueño eterno de Juanita, la dama que fue sacrificada a los mismos Apus que hoy la guardan en beneficio de la Pachamama.

La Dama de Ampato

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