La precisión de los hechos históricos es un deber y no una virtud, y nada más difícil que establecer lo que es un hecho histórico, sobre todo en el momento que se está produciendo. Suele decirse que los hechos hablan por sí solos, pero esto es evidentemente falso. Es el historiador el que va a poner secuencia en ellos y ordenará e interpretará el contexto. Un hecho es histórico cuando puede ser debidamente valorado en el presente. Un historiador norteamericano, Carl Becker, decía en 1910 que “los hechos de la historia no existen para ningún historiador hasta que él los crea” . La historia es el hecho en sí mismo y las opiniones que sobre ese hecho se puedan hacer. Así se puede decir que la historia es la historia del pensamiento y que la historia es la reproducción en la mente del historiador del pensamiento cuya historia está estudiando.
Pero esto es hilar fino en el concepto filosófico de lo que entendemos por historia o lo que entendemos por hechos históricos. Es indudable que el primer estadio del conocimiento histórico es el conocimiento cierto del hecho en sí, mucho antes de entrar a analizar su entorno y contexto histórico. No siempre es fácil establecer el contexto histórico porque el hecho histórico está insuficientemente documentado o porque tenemos un rastro sumamente pequeño de lo que acaeció. Otras veces conocemos el hecho de un modo casuístico o anecdótico y no tenemos el modo o no sabemos el método para certificar que los hechos anecdóticos son ciertos. Esta es la primera labor del historiador, certificar que el hecho es un hecho cierto es lo más elemental del estudio histórico. Después, lo más importante, el concatenarlo con el entorno y el contexto histórico.
Quería hacer esta pequeña digresión a raíz de contarles de un hecho histórico que estos días asombra a los asturianos y que tiene mucho que ver con los modos y maneras de manejar el hecho histórico y la “ciencia” histórica. Les cuento.
En el siglo XIX, el gran polígrafo gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón 1744, Puerto de Vega 1811), junto con su amigo José Agustín Ceán Bermúdez, reunió en el Real Instituto de Gijón (posteriormente Instituto Jovellanos) una colección muy importante de 797 dibujos y bocetos de más de 200 artistas relevantes como: Miguel Angel, Durero, Alonso Cano, Carreño de Miranda, Guido Reni, Zurbarán, Goya, El Greco, Rembrandt, Rafael Sanzio, Tintoretto, el Veronés y otros. Esta colección estaba considerada como la mejor colección de dibujos y bocetos de España y una de las mejores de Europa. La colección estaba en el edificio del Instituto en la calle del mismo nombre en Gijón. Después de la expulsión de los Jesuitas por parte del gobierno de la República, el 23 de Enero de 1932, se habilitó el Colegio de los Jesuitas, que había sido fundado en 1890, situado en la cuesta de Ceares, en el sitio denominado “los Reales” (por haber sido el sitio donde “asentó sus reales” Juan I, en 1382, durante el asedio de Gijón), como dependencias del Instituto así como, posteriormente, en 1935, fue lugar de acuartelamiento del Regimiento de Simancas. La sedición del 18 de Julio de 1936 hace plaza fuerte en el Simancas y resiste un asedio de 33 días al mando del coronel Antonio Pinilla. Este asedio termina el 21 de Agosto de 1936 con un feroz incendio que destruye todo el cuartel y las dependencias de lo que era Instituto.
Al fondo el Cuartel del Simancas en llamas
Entre las llamas pereció la biblioteca del Instituto, que estaba situada en lo que hoy es Capilla del Colegio, biblioteca formada por una gran donación de Jovellanos de 4.854 libros y 520 folletos y engrandecida por adquisiciones posteriores. Y también desapareció, supuestamente quemada, la colección de dibujos y bocetos reunida por Jovellanos y por Ceán Bermúdez. Conocemos los dibujos y bocetos porque el artista gijonés Pío Vigil-Escalera y Blanco había hecho un catálogo en 1878 con reproducciones de las obras, que así han llegado hasta nosotros. Pero la colección de dibujos y bocetos de Jovellanos entró en el libro de los misterios históricos sin resolver pues nadie pudo decir si la colección había sido consumida por las llamas o había sido salvada en el último momento. Se pensó, durante muchos años, que la colección no había sido destruida y que estaba oculta en alguna parte. De esta opinión fueron Bonifacio Lorenzo Somonte y José Manuel Caso y varios autores coinciden en considerar al coronel Pinilla como una persona culta que no hubiese dejado desaparecer esta valiosa colección.
Es evidente que su hallazgo sería un hecho relevantísimo por la importancia y valor de este legado artístico, así como por resolver el enigma histórico del destino de la colección. Conozco todo este relato, que es historia, porque me lo contó muchas veces uno de los más insignes historiadores astures del momento, me refiero al longevo Padre Jesuita, José María Patac de las Traviesas, S.J., mi entrañable y querido profesor de Química y Física del Colegio de la Inmaculada de Gijón, a quien le debo mi inclinación por la Química y por todos los temas históricos asturianos, que me hizo ser Ingeniero Químico pero no, lamentablemente, historiador. El Padre Patac nos contaba esta historia de la colección Jovellanos y nos contaba que la había buscado infructuosamente en todas las dependencias del Colegio, una vez recuperado por los Jesuitas el 24 de Agosto de 1942, fecha oficial del inicio de su reconstrucción. Se hicieron sondeos y perforaciones en los patios, principalmente en el patio central y en la zona de los sótanos porque se pensaba que podían haber sido enterrados allí. Labor inmensa. Cuando yo entré a estudiar en los Jesuitas, en 1955, aún las paredes del colegio-cuartel conservaban las huellas de los obuses y las minas. El suelo de los patios estaba sembrado, aún, con solo escarbar un poco, de balas de plomo y de casquillos de bala o trozos de metralla. Impensable lo que habría debajo. Cuenta el Padre Patac que, incluso, se apeló a los buenos oficios de un zahorí, pero también sin resultado.
Y ahora viene la historia que nos ocupa.
Hace unos días un escritor local, Janel Cuesta, aficionado a escribir “historias” de personajes anecdóticos de esta villa marinera, recibió una carta anónima, manuscrita, fechada en Miami, Florida, el 21 de Setiembre de 1999, de una persona quien, en los últimos alientos que le quedaban de vida, quiso descargar su conciencia contando públicamente los hechos en los que él había participado en los primeros días de la Guerra Civil Española. El relato que sigue es el relato de una persona de 87 años, exiliado en Cuba después de la guerra, y posteriormente emigrante a Miami, que dice haber sido encargado, en los últimos días del asedio del Simancas de que, en cuanto cayese el Simancas y se entrase, había que salvar dos soldados presos dentro del cuartel por no haberse sumado al alzamiento y a la vez recoger dos cajas. Cumplidos estos cometidos, son encargados de llevar estas cajas hasta la Coría, cerca de Ceares, y entregar las cajas en la cantera de Casimiro Acebal Trabanco, quien una vez recibidas las guarda en el polvorín de la cantera. Sigue contando el anónimo protagonista que, en 1937, se encontró, en San Román de Candamo, con Casimiro Acebal Alonso, hijo del anterior, presente en el momento de la entrega, quien le informó que, como su padre no quería seguir con las cajas en la cantera, las había enterrado en unos nichos pertenecientes a la familia Acebal. A Casimiro Acebal Alonso lo fusilaron en 1937 y su padre, Casimiro Acebal Trabanco, murió en 1945. Los descendientes nunca supieron nada de esta historia.
Todo el relato está salpicado de nombres de personas conocidas de Gijón, como por ejemplo su compañero en el rescate de los presos y las cajas, que fue Oscar Álvarez León, empleado de la afamada zapatería y sombrerería gijonesa “La Americana”, quien le informó, años después, lo que contenían las cajas y que lo había ocultado para que no lo involucrasen en la desaparición de tan importante legado. Razón por la que el anónimo autor de la carta también había callado hasta el día de hoy. Así se enteró de que las dos cajas, que había salvado del Simancas el 21 de Agosto de 1936 y entregado a Casimiro Acebal en la Coría, contenían los bocetos y dibujos de la colección de Jovellanos y que estas cajas estaban en alguno de los nichos de la familia Acebal en el Cementerio “El Sucu” en Ceares, Gijón.
Ante la inminente muerte de quien escribe la carta se decide a contar la historia de la que fue protagonista y se la dirige a una persona a quien conoce por ocuparse de las historias de Gijón, Janel Cuesta, pero con la advertencia de que se la entreguen a su muerte. El anónimo autor de la carta muere el 11 de Febrero de 2001 y la carta es encontrada entre sus papeles con la indicación de que fuese entregada a Janel Cuesta.
Tanto la carta manuscrita, que fue sometida a un experto calígrafo para determinar que había sido escrita por una persona de la edad que se decía, como la clase de papel utilizado, sellos de correo y matasellos de la oficina postal de Miami, así como los nombres de las personas mencionadas y las historias descritas, fueron confirmados por Janel, según su testimonio, así como las filiaciones de las personas nombradas. Este descubrimiento lo hace público en dos páginas importantes (la 2 y la 3) del diario “El Comercio”, el diario por antonomasia de los gijoneses, y se publica con toda la parafernalia del caso los días 3, 4, 5 y 6 de Agosto, días en los que se conmemora en Gijón la semana de Jovellanos, con motivo de, este año, el 190 aniversario del regreso, de quien fuera Ministro de Gracia y Justicia de Carlos IV, Gaspar Melchor de Jovellanos, a Gijón, su villa natal.
Yo me conmocioné al leer la noticia porque me era cercana por mi relación y vinculación con el Colegio de los Jesuitas, antiguo Cuartel del Simancas, y con el Padre Patac quien siguió siempre de cerca todo lo relativo a la colección de Jovellanos. La ciudad se impresionó con la noticia y se asombró con el trabajo histórico de Janel Cuesta, hasta entonces tenido por un cuenta historias de pescaderas, playos, y poco más. De todos modos a mí me extrañaba que se lanzase todo esto a la calle sin que hubiese aparecido, efectivamente, la colección. Cuando un historiador relata los pormenores de un descubrimiento histórico es porque, efectivamente, se ha constatado el hecho histórico. De todos modos y a la vista de lo explicado, creí la historia narrada, bien construida, bien hilada, con datos verificables, etc..
¿ Y el resultado final del histórico hallazgo?
Pues como era de imaginar, en un Gijón con tantísimos tomadores de pelo, todo había sido una broma de algunos graciosos enemigos de Janel Cuesta que, conociendo su poco rigor histórico en el tratamiento de los hechos, lo sometieron a este ridículo “profesional” como historiador de la Villa. Los autores de la broma, al ver la relevancia que había tomado el tema, se apresuraron a comunicar, vía fax, a El Comercio los alcances de la broma. Pero sería uno de los diarios de Oviedo, la Nueva España, quien comunicaría a los asombrados gijoneses que todo había sido un montaje, una broma malvada para vengarse, tal vez, de sucesos acaecidos cuando Janel Cuesta fue Presidente del gijonés Grupo Covadonga. El Comercio tardó varios días en comunicar el engaño, tal vez abochornados por haber dedicado las mejores páginas de sus ediciones de los días jovellanistas a esta broma histórica.
Es posible que la historia estuviese muy bien montada, como así lo fue. Es posible que todos los nombres aportados estuviesen circunstancialmente vinculados al Simancas de Agosto de 1936, toda la historia es posible, pero es historia en la medida en que es constatable, que es una historia cierta y verificable. Y claro, es historia cierta si esto hubiese llevado a la apertura de los nichos de la familia Acebal y allí hubiesen aparecido las ansiadas cajas. Janel Cuesta se precipitó a contar la historia antes de que fuese historia misma. Como colofón les cuento que la familia Acebal, ignorante de toda esta historia, se vio obligada a abrir sus tumbas, ante notario, para que se verificase que dentro de ellas no había más que restos humanos, como así fue notariado.
Por eso la historia es algo más que un mero relato de hechos. Decía al principio que la historia es la historia del pensamiento y que la historia es la reproducción en la mente del historiador del pensamiento cuya historia está estudiando. La reproducción en la mente de quien escribe debe estar basada en los hechos evidentemente constatados después de un proceso de selección e interpretación de los hechos. La historia parte del hecho en sí y si este hecho no existe no es historia.
La historia de la colección Jovellanos es una bonita fábula, hasta ahora, y si mañana la colección aparece, será historia, una interesantísima y valiosísima historia que nos devolvería de la barbarie de la guerra el recuerdo de lo que la mente humana puede hacer cuando crea y no cuando destruye.
Retrato de Jovellanos
hecho por Goya
Pero esto es hilar fino en el concepto filosófico de lo que entendemos por historia o lo que entendemos por hechos históricos. Es indudable que el primer estadio del conocimiento histórico es el conocimiento cierto del hecho en sí, mucho antes de entrar a analizar su entorno y contexto histórico. No siempre es fácil establecer el contexto histórico porque el hecho histórico está insuficientemente documentado o porque tenemos un rastro sumamente pequeño de lo que acaeció. Otras veces conocemos el hecho de un modo casuístico o anecdótico y no tenemos el modo o no sabemos el método para certificar que los hechos anecdóticos son ciertos. Esta es la primera labor del historiador, certificar que el hecho es un hecho cierto es lo más elemental del estudio histórico. Después, lo más importante, el concatenarlo con el entorno y el contexto histórico.
Quería hacer esta pequeña digresión a raíz de contarles de un hecho histórico que estos días asombra a los asturianos y que tiene mucho que ver con los modos y maneras de manejar el hecho histórico y la “ciencia” histórica. Les cuento.
En el siglo XIX, el gran polígrafo gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón 1744, Puerto de Vega 1811), junto con su amigo José Agustín Ceán Bermúdez, reunió en el Real Instituto de Gijón (posteriormente Instituto Jovellanos) una colección muy importante de 797 dibujos y bocetos de más de 200 artistas relevantes como: Miguel Angel, Durero, Alonso Cano, Carreño de Miranda, Guido Reni, Zurbarán, Goya, El Greco, Rembrandt, Rafael Sanzio, Tintoretto, el Veronés y otros. Esta colección estaba considerada como la mejor colección de dibujos y bocetos de España y una de las mejores de Europa. La colección estaba en el edificio del Instituto en la calle del mismo nombre en Gijón. Después de la expulsión de los Jesuitas por parte del gobierno de la República, el 23 de Enero de 1932, se habilitó el Colegio de los Jesuitas, que había sido fundado en 1890, situado en la cuesta de Ceares, en el sitio denominado “los Reales” (por haber sido el sitio donde “asentó sus reales” Juan I, en 1382, durante el asedio de Gijón), como dependencias del Instituto así como, posteriormente, en 1935, fue lugar de acuartelamiento del Regimiento de Simancas. La sedición del 18 de Julio de 1936 hace plaza fuerte en el Simancas y resiste un asedio de 33 días al mando del coronel Antonio Pinilla. Este asedio termina el 21 de Agosto de 1936 con un feroz incendio que destruye todo el cuartel y las dependencias de lo que era Instituto.
Al fondo el Cuartel del Simancas en llamas
Entre las llamas pereció la biblioteca del Instituto, que estaba situada en lo que hoy es Capilla del Colegio, biblioteca formada por una gran donación de Jovellanos de 4.854 libros y 520 folletos y engrandecida por adquisiciones posteriores. Y también desapareció, supuestamente quemada, la colección de dibujos y bocetos reunida por Jovellanos y por Ceán Bermúdez. Conocemos los dibujos y bocetos porque el artista gijonés Pío Vigil-Escalera y Blanco había hecho un catálogo en 1878 con reproducciones de las obras, que así han llegado hasta nosotros. Pero la colección de dibujos y bocetos de Jovellanos entró en el libro de los misterios históricos sin resolver pues nadie pudo decir si la colección había sido consumida por las llamas o había sido salvada en el último momento. Se pensó, durante muchos años, que la colección no había sido destruida y que estaba oculta en alguna parte. De esta opinión fueron Bonifacio Lorenzo Somonte y José Manuel Caso y varios autores coinciden en considerar al coronel Pinilla como una persona culta que no hubiese dejado desaparecer esta valiosa colección.
Es evidente que su hallazgo sería un hecho relevantísimo por la importancia y valor de este legado artístico, así como por resolver el enigma histórico del destino de la colección. Conozco todo este relato, que es historia, porque me lo contó muchas veces uno de los más insignes historiadores astures del momento, me refiero al longevo Padre Jesuita, José María Patac de las Traviesas, S.J., mi entrañable y querido profesor de Química y Física del Colegio de la Inmaculada de Gijón, a quien le debo mi inclinación por la Química y por todos los temas históricos asturianos, que me hizo ser Ingeniero Químico pero no, lamentablemente, historiador. El Padre Patac nos contaba esta historia de la colección Jovellanos y nos contaba que la había buscado infructuosamente en todas las dependencias del Colegio, una vez recuperado por los Jesuitas el 24 de Agosto de 1942, fecha oficial del inicio de su reconstrucción. Se hicieron sondeos y perforaciones en los patios, principalmente en el patio central y en la zona de los sótanos porque se pensaba que podían haber sido enterrados allí. Labor inmensa. Cuando yo entré a estudiar en los Jesuitas, en 1955, aún las paredes del colegio-cuartel conservaban las huellas de los obuses y las minas. El suelo de los patios estaba sembrado, aún, con solo escarbar un poco, de balas de plomo y de casquillos de bala o trozos de metralla. Impensable lo que habría debajo. Cuenta el Padre Patac que, incluso, se apeló a los buenos oficios de un zahorí, pero también sin resultado.
Y ahora viene la historia que nos ocupa.
Hace unos días un escritor local, Janel Cuesta, aficionado a escribir “historias” de personajes anecdóticos de esta villa marinera, recibió una carta anónima, manuscrita, fechada en Miami, Florida, el 21 de Setiembre de 1999, de una persona quien, en los últimos alientos que le quedaban de vida, quiso descargar su conciencia contando públicamente los hechos en los que él había participado en los primeros días de la Guerra Civil Española. El relato que sigue es el relato de una persona de 87 años, exiliado en Cuba después de la guerra, y posteriormente emigrante a Miami, que dice haber sido encargado, en los últimos días del asedio del Simancas de que, en cuanto cayese el Simancas y se entrase, había que salvar dos soldados presos dentro del cuartel por no haberse sumado al alzamiento y a la vez recoger dos cajas. Cumplidos estos cometidos, son encargados de llevar estas cajas hasta la Coría, cerca de Ceares, y entregar las cajas en la cantera de Casimiro Acebal Trabanco, quien una vez recibidas las guarda en el polvorín de la cantera. Sigue contando el anónimo protagonista que, en 1937, se encontró, en San Román de Candamo, con Casimiro Acebal Alonso, hijo del anterior, presente en el momento de la entrega, quien le informó que, como su padre no quería seguir con las cajas en la cantera, las había enterrado en unos nichos pertenecientes a la familia Acebal. A Casimiro Acebal Alonso lo fusilaron en 1937 y su padre, Casimiro Acebal Trabanco, murió en 1945. Los descendientes nunca supieron nada de esta historia.
Todo el relato está salpicado de nombres de personas conocidas de Gijón, como por ejemplo su compañero en el rescate de los presos y las cajas, que fue Oscar Álvarez León, empleado de la afamada zapatería y sombrerería gijonesa “La Americana”, quien le informó, años después, lo que contenían las cajas y que lo había ocultado para que no lo involucrasen en la desaparición de tan importante legado. Razón por la que el anónimo autor de la carta también había callado hasta el día de hoy. Así se enteró de que las dos cajas, que había salvado del Simancas el 21 de Agosto de 1936 y entregado a Casimiro Acebal en la Coría, contenían los bocetos y dibujos de la colección de Jovellanos y que estas cajas estaban en alguno de los nichos de la familia Acebal en el Cementerio “El Sucu” en Ceares, Gijón.
Ante la inminente muerte de quien escribe la carta se decide a contar la historia de la que fue protagonista y se la dirige a una persona a quien conoce por ocuparse de las historias de Gijón, Janel Cuesta, pero con la advertencia de que se la entreguen a su muerte. El anónimo autor de la carta muere el 11 de Febrero de 2001 y la carta es encontrada entre sus papeles con la indicación de que fuese entregada a Janel Cuesta.
Tanto la carta manuscrita, que fue sometida a un experto calígrafo para determinar que había sido escrita por una persona de la edad que se decía, como la clase de papel utilizado, sellos de correo y matasellos de la oficina postal de Miami, así como los nombres de las personas mencionadas y las historias descritas, fueron confirmados por Janel, según su testimonio, así como las filiaciones de las personas nombradas. Este descubrimiento lo hace público en dos páginas importantes (la 2 y la 3) del diario “El Comercio”, el diario por antonomasia de los gijoneses, y se publica con toda la parafernalia del caso los días 3, 4, 5 y 6 de Agosto, días en los que se conmemora en Gijón la semana de Jovellanos, con motivo de, este año, el 190 aniversario del regreso, de quien fuera Ministro de Gracia y Justicia de Carlos IV, Gaspar Melchor de Jovellanos, a Gijón, su villa natal.
Yo me conmocioné al leer la noticia porque me era cercana por mi relación y vinculación con el Colegio de los Jesuitas, antiguo Cuartel del Simancas, y con el Padre Patac quien siguió siempre de cerca todo lo relativo a la colección de Jovellanos. La ciudad se impresionó con la noticia y se asombró con el trabajo histórico de Janel Cuesta, hasta entonces tenido por un cuenta historias de pescaderas, playos, y poco más. De todos modos a mí me extrañaba que se lanzase todo esto a la calle sin que hubiese aparecido, efectivamente, la colección. Cuando un historiador relata los pormenores de un descubrimiento histórico es porque, efectivamente, se ha constatado el hecho histórico. De todos modos y a la vista de lo explicado, creí la historia narrada, bien construida, bien hilada, con datos verificables, etc..
¿ Y el resultado final del histórico hallazgo?
Pues como era de imaginar, en un Gijón con tantísimos tomadores de pelo, todo había sido una broma de algunos graciosos enemigos de Janel Cuesta que, conociendo su poco rigor histórico en el tratamiento de los hechos, lo sometieron a este ridículo “profesional” como historiador de la Villa. Los autores de la broma, al ver la relevancia que había tomado el tema, se apresuraron a comunicar, vía fax, a El Comercio los alcances de la broma. Pero sería uno de los diarios de Oviedo, la Nueva España, quien comunicaría a los asombrados gijoneses que todo había sido un montaje, una broma malvada para vengarse, tal vez, de sucesos acaecidos cuando Janel Cuesta fue Presidente del gijonés Grupo Covadonga. El Comercio tardó varios días en comunicar el engaño, tal vez abochornados por haber dedicado las mejores páginas de sus ediciones de los días jovellanistas a esta broma histórica.
Es posible que la historia estuviese muy bien montada, como así lo fue. Es posible que todos los nombres aportados estuviesen circunstancialmente vinculados al Simancas de Agosto de 1936, toda la historia es posible, pero es historia en la medida en que es constatable, que es una historia cierta y verificable. Y claro, es historia cierta si esto hubiese llevado a la apertura de los nichos de la familia Acebal y allí hubiesen aparecido las ansiadas cajas. Janel Cuesta se precipitó a contar la historia antes de que fuese historia misma. Como colofón les cuento que la familia Acebal, ignorante de toda esta historia, se vio obligada a abrir sus tumbas, ante notario, para que se verificase que dentro de ellas no había más que restos humanos, como así fue notariado.
Por eso la historia es algo más que un mero relato de hechos. Decía al principio que la historia es la historia del pensamiento y que la historia es la reproducción en la mente del historiador del pensamiento cuya historia está estudiando. La reproducción en la mente de quien escribe debe estar basada en los hechos evidentemente constatados después de un proceso de selección e interpretación de los hechos. La historia parte del hecho en sí y si este hecho no existe no es historia.
La historia de la colección Jovellanos es una bonita fábula, hasta ahora, y si mañana la colección aparece, será historia, una interesantísima y valiosísima historia que nos devolvería de la barbarie de la guerra el recuerdo de lo que la mente humana puede hacer cuando crea y no cuando destruye.
Retrato de Jovellanos
hecho por Goya
2 comentarios:
Conozco a Janel Cuesta desde que yo tenía 10 años y mis padres decidieron inscribirme en un cursillo de natación en el Grupo Covadonga, donde uno de los monitores era el mencionado Janel Cuesta. A lo largo de mi vida en esta Villa de Gijón, no resultaba dificil seguir las andanzas de este "pequeño vocero del populacho" y no darse cuenta que como dicen en mi pueblo a este pesonaje "faltai una garcillada".
Despues de un tiempo, el destino hizo que el mencionado personaje llegara a ser Presidente del Grupo Covadonga, puesto que a mi entender le venía muy grande, por lo que este fue una de las razones para que mi familia se diera de baja como socios del mencionado club.
Pero el "sumun" de la incompetencia del mencionado Sr. Cuesta, llegó con los acontecimientos que vd. detalla en este blog. A raiz de lo cual, toda mi familia se vio en la obligación de acudir un domingo a primera hora, al cementerio de Ceares y tener que contemplar como se abrian las tumbas donde entre otros se encontraban los restos de mi abuelo Casimiro Acebal, fusilado durante la Guerra Civil Española.
Esto fue la gota que hizo llevar mi pensamiento sobre Janel Cuesta,a la categoría de "patan" y cada vez que me cruzo con el por la calle darme ganas de soltarle un par de hostias bien dadas.
Pero lo mas triste de todo y es por lo que me decidí a hacer este comentario en su blog, es por que a pesar de todas la historia absurda de este personaje, sigue escribiendo y contando sus batallas en el diario EL COMERCIO de esta villa. ¡Y luego pretenden dar prestigio al diario!
Un saludo.
Julio Cesar Acebal
Gijón
Ayer llegue a tu blog u hoy a salido esta noticia en la Voz de Asturias.
http://www.lavozdeasturias.es/asturias/gijon/museo-pudo_0_523747647.html.
Este personaje algo a debido hacer muy mal,por que se la han colado pero que muy bien y a el que quiere hacerse un hueco como Historiador o lo que sea de Gijon,entro de lleno al saco,Ahora anda todo el dia por el Cafe Dindurra sacando fotografias,por que va a presentar un libro sobre el Cafe,este gran historiador,con fotos hechas solamente en un año,aparte que el Cafe dindurra tiene tres Blogs,en el cual esta su historia y sus viejas fotografias,creo que van a sacar un libro tambien a finales o principio del proximo año.
Un saludo Antonio.
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