NuNca se ha podido hablar, en mejores términos, sobre la tolerancia como en la Edad Media española, entre los siglos X al XIII. Si bien es cierto que existía un estado de guerra por la consecución de las tierras en manos de los árabes, también es verdad que muchos de estos reinos árabes coexistían con los reinados cristianos. Recordemos que Mío Cid peleó para el emir de Zaragoza, reino árabe para esa fecha. Incluso los textos literarios conservan parte de este espíritu. Así el Infante Don Juan Manuel (1282-1438), sobrino de Alfonso X el Sabio, en su “Libro de los Estados” menciona: (se conserva la ortografía de la época)
“..Ha guerra entre los cristianos e los moros, e habrá, fasta que hayan cobrado los cristianos las tierras que los moros les tienen forzadas; ca cuanto por la ley nin por la secta que ellos tienen, non habría guerra entre ellos...”
Este régimen de tolerancia religiosa está influido por la presencia árabe en España y que emana de las disposiciones de El Corán. Este libro está impregnado de un profundo sincretismo religioso y está muy influenciado por las ideas sufís, sobre todo en las prácticas de ascética y mística. Incluso algunos autores llegan a hablar de “indiferencia dogmática” para poder explicar tanta tolerancia.
El sincretismo es, precisamente, uno de los rasgos de la tolerancia. Pero aún más importante son las citas del Corán con expresiones netamente tolerantes como:
“...Los caminos que llevan a Dios son tan numerosos como las almas de los hombres”
Esta idea fue aportada por los sufís a toda la literatura bajo la forma de que “...todos los caminos llevan a Dios” y aportaron con ella la idea de que el centro de la experiencia religiosa es el amor a Dios, el arrobamiento de Dios y no el conocimiento. Esta manera de pensar, en el ámbito religioso, fue insuflada a los cristianos. Alfonso X el Sabio en una de sus partidas dice:
“Por buenas palabras, e convenible predicaciones, deven trabajar los cristianos de convertir a los moros, para fazerles creer la nuestra fe, no por fuerza...”
Los árabes durante los primeros cuatrocientos años de conquista mantuvieron un clima de paz dentro de sus dominios pues no ejercieron ninguna violencia sobre los que en sus tierras quedaron. Tal vez durante las invasiones almorávides y almohades se intentó aplicar una cierta rigidez pero esto no tuvo acogida dentro de las poblaciones. Esta armonía reinó siempre; en las comunidades árabes en las que se quedaron cristianos estos recibieron el nombre de “mozárabes” y cuando eran los árabes los que se quedaban en tierras cristianas los llamaron “mudéjares”. Tanto unos como otros tuvieron tanta relevancia dentro de la sociedad en la que vivían que produjeron obras de arte significativas.
Teruel es un centro importantísimo de arquitectura mudéjar y en todas sus obras puede verse la presencia importante de la cultura árabe. Las iglesias mudéjares tienen campanarios que, más bien, parecen minaretes y techos artesonados que recuerdan más a los palacios nazaritas que a las místicas bóvedas góticas. Los materiales empleados en sus construcciones, como el ladrillo y el azulejo, también son típicos de la arquitectura árabe.
Nuestro famoso mallorquín Ramón Llull (en castellano Raimundo Lulio), cima de la lengua catalana en el siglo XIII, escribió en árabe su “Libro del gentil y los tres sabios” (posteriormente fue traducido al catalán, latín y castellano). En este libro un cristiano, un moro y un judío hablan a lo largo de la obra sobre sus creencias sin encontrarse en ningún momento ninguna actitud de animadversión entre ellos por causa de sus religiones. Casi pareciera que Ramón Llul aspira más a una única religión que abarcase a las tres religiones monoteístas. Este pensamiento del autor que es casi la señera del catalanismo no es más que la aplicación de las ideas de Yehudá ha-Levi, sufista defensor de la idea de que había que eliminar todas las fronteras que separaban a las tres religiones.
Las “Partidas” de Alfonso X el Sabio están llenas de citas de la doctrina musulmana y muchas de las disposiciones judiciales allí contenidas están escritas para defender los derechos de moros y de judíos. Alfonso el Sabio impuso en letra el espíritu de amplitud hacia las otras religiones al respetar todos sus derechos y creencias. Ramón Llul escribió en líricas y sonoras frases el mismo sentimiento de tolerancia hacia las otras religiones.
Esta perfectamente documentado todo el inmenso ascendiente que tuvieron los árabes y los judíos entre los cristianos al crear una sociedad de conveniencia mutua basada en la gran cultura aportada por los árabes, el pragmatismo de los judíos y el poderío de los cristianos. Otra ley de las “Partidas” establecía:
“...deven bivir los moros entre los cristianos guardando su ley, e non denostando la nuestra”
Existe una gran diferencia entre las normas escritas en el “Fuero Juzgo” provenientes de la era visigótica con las escritas quinientos años después por Alfonso X el Sabio. La dulcificación de las normas, la temperancia en el comportamiento y la tolerancia reflejadas en las normas fue imbuido por el pensamiento árabe. Y no solamente en los textos de normas legales sino en obras poéticas, como en las “Cantigas”, hay varios casos de tolerancia y amplitud religiosa. Así, en una de ellas, nos relata como un Rey de Marruecos gana una batalla con un estandarte de la Virgen, o como los moros sacan del agua, a donde habían tirado, una imagen de la Virgen, para volver a tener pesca abundante. Los quinientos años que median entre el intolerante Fuero Juzgo y las suaves y conciliadoras Partidas son los quinientos años de influencia del pensamiento árabe.
Cuando en el siglo XV se rompe esta convivencia de las tres religiones al dejar de lado todo lo que fue cultura y pensamiento árabe, se expulsa a los judíos y comienzan los tiempos de la intolerancia religiosa que harán famosos los procedimientos de la Santa Inquisición. No obstante muchos de los moros se quedaron y fueron conocidos como “moriscos” hasta su expulsión definitiva en 1609 bajo el reinado de Felipe III.
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