ESCUDO DE ARMAS DE CARLOS III
Los misioneros que catequizaron la Sierra y la Selva Peruana, el alto y el bajo Perú, extendieron su influencia hasta el Paraguay, tierras guaraníes que habían sido sometidas entre los años 1540 y 1570 por el Adelantado Alvar Núnez Cabeza de Vaca y por el fundador, en 1556, de la Ciudad Real del Guahyrá (el Guahyrá constituía una extensa región comprendida entre los ríos Iguazú y Paraná), el capitán Ruy Díaz de Melgarejo, en compañía del toledano Antonio de Escalera (Toledo 1506, Ciudad Real del Guahyrá, 1576), y del gobernador Domingo Martínez de Irala. Este Antonio de Escalera fue un precursor en la defensa del consulado de comercio de los indios (ordenanzas mercantiles que regían la actividad mercantil) ante el Emperador Carlos I (V de Alemania) y un prolífico escritor de relatos sobre la conquista y los recursos naturales de la tierra guaraní.
En estas tierras guaraníes, a partir de 1603, los Jesuitas ponen en marcha las Reducciones, unas experiencias sociales utópicas en las que se llegaron a ver las raíces de una especie de colectivismo agrario, pero que, sin duda, contribuyeron enormemente a salvaguardar al pueblo guaraní, su cultura y su idiosincrasia. El proyecto Jesuita era una utopía cristiana: la creación de la ciudad de Dios en la Tierra. Los Jesuitas se mostraron partidarios de un manifiesto sincretismo religioso, es decir, no tuvieron ningún tipo de escrúpulos a la hora de aceptar o adaptar ritos paganos con tal de llevar a los pobladores de dichas tierras la palabra de Cristo. La Compañía decidió respetar los particularismos religiosos con la intención de utilizarlos para el adoctrinamiento cristiano.
Iñigo de Loyola y Sáenz (Azpeitia 1491, Roma 1556)
Pero aún fue mas allá en la fundación de la ciudad de Dios, y para ello promovió la experiencia social de las Reducciones que dio origen al mito de la República Jesuita. Las Reducciones Jesuíticas constituyeron una especie de "república" de misiones, dentro del imperio español y sujetos a la corona. Fue esta "república", algo original en la historia del mundo, algo que ha parecido, a los filósofos y pensadores, como la "República de Platón", la "Utopía" de Tomás Moro, la "Ciudad del Sol" de Tomás Campanella, u otras visiones idealísticas y utópicas.
Entendamos por Reducciones lo que realmente fueron y no lo que pudieran parecer por su traducción castellana. La palabra Reducciones viene del latín “reducti” que se traduce por: “llevados”. Llevados a la fe cristiana y a la vida civilizada pero a través de la separación de los propios conquistadores para poder preservar, a los indios, de la explotación de españoles o portugueses y para poder adoctrinarlos católicamente, manteniendo a los indios alejados de la sociedad colonial y de las corrupciones que ésta entrañaba (también evitaban problemas con los encomenderos). Desarrollaron al máximo el concepto de libertad individual y aunque había bienes comunes se respetaba la propiedad privada. Así fundaron pueblos que eran gobernados por los propios indígenas, fungiendo de corregidores y alcaldes, alguaciles y procuradores. Ejercían su participación en la vida comunitaria a través de los cabildos. Las relaciones entre las distintas reducciones eran equivalentes a las que existen hoy en los estados confederados. Los Jesuitas solo intervenían en la administración y en la catequización y lograron, para estas comunidades autónomas, exenciones de impuestos así como librarse del régimen de encomienda, que los habría esclavizado, y del servicio personal.
Tan exitoso fue el experimento que hizo decir al mayor denostador de los Jesuitas, y a la vez antiguo alumno de los Jesuitas en el Colegio de Clermont, François-Marie Arouet, Voltaire:
“…El asentamiento de los Jesuitas españoles en Paraguay, muestra, en cierto sentido, él solo, el triunfo de la humanidad. Parece expiar las crueldades de los primeros conquistadores. Los Jesuitas en América del Sur, ofrecieron un nuevo espectáculo al mundo"
Voltaire (Paris, 1697-1778)
En 1611 se publicó la real orden de protección de las reducciones. Cada reducción contaba con una Iglesia y cabildo propio con total autonomía para gobernarse, siempre que existiera un representante del rey allí. Se prohibía el acceso a las reducciones a españoles, mestizos y negros, y se garantizaba a los indios que nunca caerían en manos de encomenderos. Sin embargo, pese a estas reales órdenes, no estuvieron libres de las incursiones portuguesas. Entre 1628-1631, los indios capturados por los portugueses superaron los 60.000.
Mantener este tipo de ideas en el siglo XVII y enfrentarse a latifundistas o esclavistas que deseaban las tierras y las poblaciones indígenas, auguraba un enfrentamiento entre los Jesuitas y la Iglesia y las fuerzas civiles. Esta desigual lucha, con tantos intereses creados por medio, terminaría con la intervención del Reino de Portugal, rival del Reino Español. Un tratado entre España y Portugal, en 1750, hace que las misiones de frontera sean abandonadas y los Jesuitas se sometan a la autoridad civil. Los Jesuitas se negaron a abandonar las reducciones iniciándose, en 1753, la guerra guaraní entre las tropas hispano-portuguesas y los indios, capitaneados por algunos Jesuitas. La guerra no finalizó hasta 1756. Tras ella, las reducciones no volverían a recuperarse. Después de un breve regreso, en 1761, cuando el tratado fue denunciado, se produce el 27 de marzo de 1767 la expulsión de los Jesuitas, por orden de Carlos III y bajo la influencia del Conde de Aranda, con un texto que parcialmente dice:
Mantener este tipo de ideas en el siglo XVII y enfrentarse a latifundistas o esclavistas que deseaban las tierras y las poblaciones indígenas, auguraba un enfrentamiento entre los Jesuitas y la Iglesia y las fuerzas civiles. Esta desigual lucha, con tantos intereses creados por medio, terminaría con la intervención del Reino de Portugal, rival del Reino Español. Un tratado entre España y Portugal, en 1750, hace que las misiones de frontera sean abandonadas y los Jesuitas se sometan a la autoridad civil. Los Jesuitas se negaron a abandonar las reducciones iniciándose, en 1753, la guerra guaraní entre las tropas hispano-portuguesas y los indios, capitaneados por algunos Jesuitas. La guerra no finalizó hasta 1756. Tras ella, las reducciones no volverían a recuperarse. Después de un breve regreso, en 1761, cuando el tratado fue denunciado, se produce el 27 de marzo de 1767 la expulsión de los Jesuitas, por orden de Carlos III y bajo la influencia del Conde de Aranda, con un texto que parcialmente dice:
"... he venido en mandar se extrañen de todos mis dominios de España e Indias, Islas Filipinas y demás adyacentes a los Religiosos de la Compañía de Jesús, así sacerdotes como Coadjutores o legos que hayan hecho la primera profesión y a los novicios que quieran seguirles y que se ocupen todas las temporalidades de la compañía en mis dominios..."
Carlos III (Madrid 1716-1788)
En 1773 se produce la definitiva extinción eclesiástica a través del breve papal “Dominus ac Redemptor” de Clemente XIV.
Para tener una idea de la importancia de la Compañía en el ámbito de las Reducciones del Paraná es necesario tener presente que al momento de su expulsión había más de 500 Jesuitas, los cuales tenían a su cargo colegios en la mayor parte de las incipientes ciudades. La Compañía fundó y condujo espiritual y económicamente más de 50 misiones y en las épocas de esplendor llegó a haber más de 150.000 indios reducidos y cristianizados, en muchos casos por unos pocos miembros de la Compañía. También es de notar el convencimiento con que llevaron a cabo su obra social y resaltar el auténtico carácter cristiano de las comunidades creadas; en algunas de las cuales se llegó a vivir en una armonía cercana a la de las primeras comunidades cristianas, y donde los alimentos y los trabajos eran compartidos, de buena voluntad, por todos los miembros de la Reducción.
Pero apenas la gran obra de los Jesuitas en América había comenzado. Idealizaron sociedades humanas, fundaron colegios, construyeron iglesias, conventos, claustros, compusieron música barroca, pintaron en las escuelas quiteñas, cusqueñas, limeñas y arequipeñas de pintura . Su obra está presente en todos los ámbitos de la creación humana.
La Iglesia de la Compañía en Cusco brilla por si sola compitiendo en grandiosidad con la Catedral. La iglesia de la Compañía en Arequipa es una joya que demuestra en piedra el mismo trabajo de filigrana cultural que la Compañía de Jesús tejió en el Virreinato del Perú y en las Reducciones del Paraná.
Iglesia de la Compañía en Cusco
2 comentarios:
Sencillamente impresionante,las obras de arte y las espirituales que nos legaron los Jesuitas.
Es una verdadera Lástima que los Jesuitas hayan sido expulsados en aquel entonces;de lo contrario probablemente y para bien la historia hubiera sido diferente...
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