No sé si por el potencial sonoro de su nombre, Chavín de Huántar, o por la fuerza de ser una de las culturas precolombinas más creativas, que Chavín de Huantar es una obsesión en mi cabeza entre los muchos nombres que obsesionan mi curiosidad precolombina: Recuay, Lambayeque, Chimú, Moche, Paracas, Nasca, Tihuanaco hasta los Incas.
La historia de la cultura, como la historia antropológica puede perfectamente datarse y así seguir el hilo de continuidad que une los sucesivos estadios del avance cultural del hombre. Pero cuando la recorremos no siempre lo hacemos en el respectivo orden cronológico en el que se van sucediendo y que nos permite entender mejor la evolución continua y la interdependencia cultural entre las sucesivas etapas evolutivas del hombre. Quien quiere conocer las culturas precolombinas sudamericanas debería comenzar por la Cueva del Guitarrero donde se datan los casi trece mil años de los restos más antiguos del hombre sudamericano, y después seguir por las culturas, que en lógica sucesión, se han ido encontrando: Caral, Cupisnique, Chavín, Paracas, Vicús, Mochica, Nasca, Tiwanacu, Lima, Huari. Cajamarca, Lambayeque, Chachapoyas, Chimú, Pachacamac y por último Inca. Chavín de Huantar es de una las primeras culturas precolombinas y hoy es el centro de mi interés. Fui a Perú por primera vez para conocer la cultura colonial y poco a poco fue descubriendo, hacia atrás, las esplendorosas culturas que antecedieron a la colonia.
Pero la historia había comenzado no lejos de Chavín, en el callejón de Huaylas, saliendo al norte de Huaraz y más al norte de Carhuaz, en Tingua, en plena Cordillera Negra, está la cueva del Guitarrero donde se han hecho importantes excavaciones arqueológicas que produjeron asombrosos descubrimientos de pinturas rupestres, utensilios, restos de alimentos y evidencias óseas humanas. Tal vez lo yermo de esta cordillera, su bajísimo nivel de humedad y su perfecta orientación, a la salida del sol, han hecho de esta cueva un lugar para el desarrollo de la vida. En ella, los hombres que la habitaron, pasaron del estadio evolutivo del cazador al estadio del agricultor y recolector, pasaron del nomadismo al sedentarismo. Allí comenzaron los primeros pasos de la historia cultural del hombre andino.
La parte más antigua de esta cueva arrojó fechas de hace 12,500 años y la intermedia entre 10,000 a 7,500 años, con el hallazgo de frijoles (Phaseolus vulgaris) y pallares (judías peruanas) (Phaseolus lunatus) totalmente domesticados. Son casi los mismos años en que los hombres del paleolítico astur y cántabro pintaban las paredes, con limonitas y cinabrios, de El Buxu o Tito Bustillo en Asturias y de Altamira en Cantabria. No hay otro sitio más antiguo, en Sudamérica, por el momento, que la cueva "El Guitarrero" donde se hospedaron grupos humanos ocupados en la caza y recolecta, utilizando la piedra como elemento primordial para sus instrumentos. Luego practicaron la agricultura, tal vez como creación de ellos, hecho revolucionario para aquellos tiempos, sentando los inicios de la civilización andina, hace unos 5.000 años, al mismo tiempo que las civilizaciones de la tierra de Ur en Mesopotamia (mesopotamia = ciudad entre ríos) en el Neolítico. El hombre, aposentado en la agricultura, está libre para poder trabajar la piedra, y con la piedra, la arquitectura y el arte funerario. De la Cueva de El Guitarrero a Chavín de Huántar solo existe el salto del progreso del hombre.
El hombre evolucionado y adiestrado en las artes del trabajo de la piedra y de la construcción sale del Callejón de Huaylas y se interna en un callejón vecino, el Callejón de Conchucos.
Estoy recorriendo el Callejón de Huaylas, siguiendo la corriente del Río Santa, pero ahora en dirección sur, los pueblos se suceden por Huari, Chacas, LLamellín, San Lus, Pomabamba, Piscobamba y Sihuas, de las cuales se destacan Huari y Pomabamba. Voy siguiendo los mismos pasos que el hombre del cuaternario siguió cuando emigró desde Huaylas, desde El Guitarrero, hasta Conchucos. En Cátac se termina la parte apacible del viaje, las praderas van cambiando árboles por ichus, son las tierras donde reina la puna. La carretera se encabrita subiendo y las aguas de los arroyos enloquecen bajando la quebrada de Pachacoto hasta que, en un momento, todo se armoniza en la laguna de Querococha a 3.850 metros de altura. En esta típica laguna de glaciar los ojos se nos cansan de mirar el circo que acogió en su seno el glaciar que dio origen a la laguna, dominado por los nevados Pucaraju y Yanamarey. A partir de ahí la carretera trepa una quebrada hasta llegar a los 4.550 metros donde el túnel Kawasi atraviesa la cordillera y da lugar al comienzo de la quebrada Condi que se abre majestuosa desde este paso. No cabe duda que a estas alturas y con estas condiciones geográficas el valle que se abre ante mis ojos debió haber sido un reducto cerrado ideal para desarrollar en él una cultura soberbia.
La historia de la cultura, como la historia antropológica puede perfectamente datarse y así seguir el hilo de continuidad que une los sucesivos estadios del avance cultural del hombre. Pero cuando la recorremos no siempre lo hacemos en el respectivo orden cronológico en el que se van sucediendo y que nos permite entender mejor la evolución continua y la interdependencia cultural entre las sucesivas etapas evolutivas del hombre. Quien quiere conocer las culturas precolombinas sudamericanas debería comenzar por la Cueva del Guitarrero donde se datan los casi trece mil años de los restos más antiguos del hombre sudamericano, y después seguir por las culturas, que en lógica sucesión, se han ido encontrando: Caral, Cupisnique, Chavín, Paracas, Vicús, Mochica, Nasca, Tiwanacu, Lima, Huari. Cajamarca, Lambayeque, Chachapoyas, Chimú, Pachacamac y por último Inca. Chavín de Huantar es de una las primeras culturas precolombinas y hoy es el centro de mi interés. Fui a Perú por primera vez para conocer la cultura colonial y poco a poco fue descubriendo, hacia atrás, las esplendorosas culturas que antecedieron a la colonia.
Pero la historia había comenzado no lejos de Chavín, en el callejón de Huaylas, saliendo al norte de Huaraz y más al norte de Carhuaz, en Tingua, en plena Cordillera Negra, está la cueva del Guitarrero donde se han hecho importantes excavaciones arqueológicas que produjeron asombrosos descubrimientos de pinturas rupestres, utensilios, restos de alimentos y evidencias óseas humanas. Tal vez lo yermo de esta cordillera, su bajísimo nivel de humedad y su perfecta orientación, a la salida del sol, han hecho de esta cueva un lugar para el desarrollo de la vida. En ella, los hombres que la habitaron, pasaron del estadio evolutivo del cazador al estadio del agricultor y recolector, pasaron del nomadismo al sedentarismo. Allí comenzaron los primeros pasos de la historia cultural del hombre andino.
La parte más antigua de esta cueva arrojó fechas de hace 12,500 años y la intermedia entre 10,000 a 7,500 años, con el hallazgo de frijoles (Phaseolus vulgaris) y pallares (judías peruanas) (Phaseolus lunatus) totalmente domesticados. Son casi los mismos años en que los hombres del paleolítico astur y cántabro pintaban las paredes, con limonitas y cinabrios, de El Buxu o Tito Bustillo en Asturias y de Altamira en Cantabria. No hay otro sitio más antiguo, en Sudamérica, por el momento, que la cueva "El Guitarrero" donde se hospedaron grupos humanos ocupados en la caza y recolecta, utilizando la piedra como elemento primordial para sus instrumentos. Luego practicaron la agricultura, tal vez como creación de ellos, hecho revolucionario para aquellos tiempos, sentando los inicios de la civilización andina, hace unos 5.000 años, al mismo tiempo que las civilizaciones de la tierra de Ur en Mesopotamia (mesopotamia = ciudad entre ríos) en el Neolítico. El hombre, aposentado en la agricultura, está libre para poder trabajar la piedra, y con la piedra, la arquitectura y el arte funerario. De la Cueva de El Guitarrero a Chavín de Huántar solo existe el salto del progreso del hombre.
El hombre evolucionado y adiestrado en las artes del trabajo de la piedra y de la construcción sale del Callejón de Huaylas y se interna en un callejón vecino, el Callejón de Conchucos.
Estoy recorriendo el Callejón de Huaylas, siguiendo la corriente del Río Santa, pero ahora en dirección sur, los pueblos se suceden por Huari, Chacas, LLamellín, San Lus, Pomabamba, Piscobamba y Sihuas, de las cuales se destacan Huari y Pomabamba. Voy siguiendo los mismos pasos que el hombre del cuaternario siguió cuando emigró desde Huaylas, desde El Guitarrero, hasta Conchucos. En Cátac se termina la parte apacible del viaje, las praderas van cambiando árboles por ichus, son las tierras donde reina la puna. La carretera se encabrita subiendo y las aguas de los arroyos enloquecen bajando la quebrada de Pachacoto hasta que, en un momento, todo se armoniza en la laguna de Querococha a 3.850 metros de altura. En esta típica laguna de glaciar los ojos se nos cansan de mirar el circo que acogió en su seno el glaciar que dio origen a la laguna, dominado por los nevados Pucaraju y Yanamarey. A partir de ahí la carretera trepa una quebrada hasta llegar a los 4.550 metros donde el túnel Kawasi atraviesa la cordillera y da lugar al comienzo de la quebrada Condi que se abre majestuosa desde este paso. No cabe duda que a estas alturas y con estas condiciones geográficas el valle que se abre ante mis ojos debió haber sido un reducto cerrado ideal para desarrollar en él una cultura soberbia.
Laguna de Quenococha a 3.850 m.s.n.m (foto A.E.B.)
La quebrada Condi se baja casi a riesgo de la vida. La estrecha carretera y los innumerables argayos hacen que la bajada sea más una imprecación a los hados que una visión mayestática de la quebrada. Pero de susto en susto llegamos ilesos al final y, tartajeante la camioneta y tartajeante yo, ámbos entramos animosos en el pueblo de Chavín de Huántar, uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de América. El pueblo está armoniosamente rodeado por los ríos Huacheqsa y Mosna, los cuales serán de gran importancia en el complejo religioso.
En 1622, el religioso español Antonio Vázquez de Espinoza, estuvo en Chavín y así describía en su “Viaje y navegación del año 1622 que hizo la flota de Nueva España y Honduras y Descripción de las Indias” lo que vio:
“Junto a este pueblo de Chavín hay un gran edificio de piedras muy labradas y de notable grandeza; era Guaca, y Santuario de los más famosos de los gentiles; como entre nosotros Roma y Jerusalen a donde venían los indios a ofrecer, y hacer sus sacrificios, por que le demonio de este lugar les declaraba muchos oráculos, y así acudían de todo el Reyno. Hay debajo de tierra grandes salas, y aposentos, tanto que hay cierta noticia que pasan debajo del río, junto a la guaca, o santuario antiguo…”.
Chavín es un punto de cruce donde se unen el este amazónico con el oeste de la sierra y la costa, es el cruce del norte y del sur, es el punto de transferencia de las influencias culturales de las cuatro regiones.
Plaza Cuadrada de Chavín de Huántar (Foto A.E.B.)
Chavín de Huantar se desarrolla entre el 2.100 A.C y el 200 A.C un largo caminar para la consolidación de una gran cultura. Al igual que ocurría con la civilización egipcia, el desarrollo de la cultura Chavín se realiza a través de la expansión de un movimiento religioso que tendrá, en las estructuras arquitectónicas de Chavín de Huántar, el centro de un complejo sistema regido por la religión, una teocracia, como lo fue Cusco o Machu Pichu. Probablemente, Chavìn de Huántar, fuese solamente un lugar de peregrinaje; pero lo que si era, definitivamente, un centro de poder político-religioso que unía a todos los pobladores de la región. Como centro mágico religioso, todas las construcciones están levantadas siguiendo herméticos criterios de selección del lugar y orientación de terrazas y edificios. El sitio debió ser, además de lugar de peregrinaje, centro de oráculos y depósito de ofrendas. La presencia de sistemas de cálculo, como calendarios, certifica el carácter de oráculo, pues la mejor profecía que se podía ofrecer era, precisamente, la predicción de ciclos climáticos. La voluntad de ejercer dominio, a fin de adecuar la producción de los alimentos al ritmo del aumento de la población, pudo ser la función que cumplía Chavín de Huántar, utilizando para el efecto la administración de prácticas agrícolas, respaldada en ampuloso ritual y en el culto a los poderes sobrenaturales que controlaban la producción, especialmente al Dios del Agua, del que dependían las lluvias benefactoras como las catastróficas sequías que destruían las sementeras.
El saber con anticipación como sería cada ciclo de lluvias es un trabajo que requiere especialización y que es fundamental para programar las campañas agrícolas de cada año. Para eso hay que combinar el calendario, con base en el sol y las estrellas, con otros indicadores del tiempo, tales como los de las costumbres de los animales. Esa era la tarea especializada y, según parece, muy acertada de los sacerdotes de Chavín de Huántar. El carácter de augures confería un poder especial al estamento religioso.
El rango de sacerdote era muy alto en la sociedad Chavín. Las manifestaciones externas de su poder serán el conjunto de atributos que se le conceden y que se expresan físicamente en vestidos muy elegantes y costosos adornos hechos con plumas (influencia de las culturas amazónicas), piedras exóticas, oro y joyas. Los miembros de la elite se distinguían por el uso de coronas, orejeras, narigueras y collares, elementos que distinguían la categoría de quien los utilizaba, encargados del culto “felínico”. Este culto era visual, el dios felino, probablemente un jaguar, estaba representado en imágenes aterradoras, que representaban creencias complejas, y vinculaban a los hombres con los animales, y a los miembros de los distintos grupos entre sí.
Y todo el poder derivaba del Dios al que se rendía culto en Chavín de Huántar, el cual ha llegado hasta nuestros días y que aún podemos ver en lo más interno del complejo Chavín, el famoso y emblemático Lanzón de Chavín. El Lanzón es una “Wanka” (piedra sagrada en quéchua), un monolito de cinco metros de altura, con forma y figura antropomorfa, monstruoso a la vista, y que pareciera representar a un enano de forma grotesca con una cabeza tres veces más grande que su cuerpo. Enormes dientes incisivos y colmillos de jaguar, o de puma, con los pies en forma de garras y cetros en las manos. Sobre la cabeza tiene adornos compuestos de quijadas con grandes colmillos y serpientes en vez de pelo. Sugiere la representación del hombre ideal, espiritual. En los dibujos grabados en la piedra hay muchos elementos semejantes y superpuestos representando a la divinidad adorada en sus templos. Puede tratarse de la imagen de un terrible dios castigador, bebedor de sangre. Su ubicación en el centro del templo, en un pequeñísimo reducto al que se llega por un estrecho corredor en penumbra, por el que solo cabe una persona, es como un camino iniciático al misterio. Al llegar al reducto donde está el Lanzón el ánimo del visitante, ya estremecido por la claustrofobia y la penumbra, llega en estado de terror, probablemente incrementado por un ruido abrumador procedente de las profundidades de la misma tierra. La vista del Dios lo sobrecoge hasta las entrañas. Todo un símbolo para el dualismo terror-poder.
El monolito Chavín reúne los tres elementos de la trilogía cosmogónica de Chavín: águila, serpiente y felino, (aire, agua y tierra) es decir, feroces deidades represivas que sirven como centinelas de cada mundo y ahuyentan el mal. Así, aire, agua y tierra confirman una armonía permanente con el Cosmos que se trasluce en todo el legado de Chavín y que aparecerá nuevamente en la cosmogonía Inca. La cosmovisión andina conoce tres niveles del mundo: uno es Hananpacha, el mundo de arriba; el Ukuypacha el mundo de abajo, o inframundo; y el Kaypacha, que es el mundo donde están los seres humanos.
Chavín de Huántar comienza a desarrollarse en el neolítico y a lo largo de cientos de años irá creciendo la estructura arquitectónica del centro religioso. Hoy apenas vislumbramos una parte pequeña de lo que fue Chavín de Huántar. El carácter monumental aún lo podemos contemplar en la pirámide que hoy llaman “El Castillo” o Viejo Templo, una pirámide de paredes inclinadas varios grados con el fin de dar estabilidad a la estructura en caso de terremotos. Pero no solamente la inclinación de sus paredes, en su construcción se pueden encontrar hasta nueve sistemas diferentes de protección antisísmica como muros compuestos de varias paredes rellenas de cascajo, zonas libres para la expansión y absorción de la energía sísmica.
El Castillo, la construcción en piedra más antigua de Perú, (la ciudad de Caral es 1500 años más antigua, pero es de barro) es un templo en forma de U, tiene una extensa red de pasajes y cámaras interiores que conforman un complejo íntegramente construido de piedra. En su interior en penumbra, hay mágicos haces de luz que entran por los estratégicos ductos que comunican con el mundo exterior. Dentro, todo es objeto de maravilla o de pavor. Resulta posible escuchar nítidamente la voz de una persona a muchos metros de distancia como si estuviera a nuestro costado.
El Viejo Templo consta de una plaza circular en el atrio sirviendo de ingreso. El Templo Nuevo, cuenta con una plaza cuadrada. Cada templo tenía un pórtico principal. El ingreso al Templo Nuevo se llama Pórtico de las Falcónidas, con grabados en las piedras y es precedido por un atrio y un conjunto de escalinatas que ascienden desde la plaza cuadrada, donde también hay litoesculturas únicas ejerciendo las funciones de dinteles, columnas o lápidas con grabados de personajes del estilo Chavín.
Casi la totalidad de sus edificios y anexos fueron laboriosamente construidos con columnas, cornisas, dinteles, lápidas, obeliscos y esculturas que se agregaban a los muros o plazas, convirtiendo los espacios ceremoniales en un hermoso escenario, adornado con las imágenes de los dioses y demonios que poblaban el panteón Chavín. Sus materiales eran constituidos por piedras de diversos colores, procedentes de distintos lugares de los Andes peruanos.
Un complejo sistema interno de cauces de agua, para el que no se ha conseguido más explicación que el aterrador efecto sonoro que producen los canales y los sifones en todo su entramado, tal vez sea ese el fin principal, un ruido aterrador que sobrecogía, aún más, a los cautos peregrinos de Chavín.
Posiblemente, en el centro de la plaza, estuviese situada la famosísima Estela de Raimondi, una losa de roca diorita labrada en bajorrelieve. La figura representada es la de un ser antropomorfo, de pie, visto de frente, con los brazos abiertos sosteniendo una especie de vara en cada mano. Tiene las comisuras de la boca vueltas hacia abajo y colmillos superiores e inferiores. Dos tercios de la piedra se ocupan con una elaborada complicación del cabello. Se identifica la figura con una divinidad llamada dios de las varas que se supone fue adorada en el Templo Nuevo, haciéndose más importante en un momento dado su culto que el de la Gran Imagen o dios sonriente, probablemente Wiracocha. Y esta estela debió ser la representación exterior, dedicada a un culto generalizado, de una imagen conservada en el interior del templo que se ha perdido.
En la plaza circular del Templo Nuevo debió estar el “Obelisco Tello”. En el obelisco está grabado un texto que se interpreta como un inmenso dragón que se presenta en dos versiones -masculina y femenina- una al lado de otra. Y lo que atino a ver es una enmarañada agrupación imágenes, unas dentro de otras, dentro de campos muy similares a los que tenían los "glifos" mayas o egipcios.
El Dragón está dispuesto a lo largo del obelisco, con la cabeza mirando hacia arriba, un largo cuerpo que tiene un vientre en forma de una inmensa boca, llena de grandes colmillos que se cruzan. La cola es como si fuera la de un pez y sus patas parecen las de un lagarto, con garras de cuatro dedos. Es curiosa la presencia también aquí del Spóndillus, una concha marina procedente de las costas del Ecuador. Los Spóndillus o “Mullus” son portadores del agua, algo así como mensajeros de los dioses del agua. El obelisco, ubicado en el centro de la plaza circular era un primitivo "Inti watana" (reloj solar) que servía para indicar los días del año, los meses y las estaciones. Era también el que guardaba los misterios de todo eso, en un texto hermético que sólo podían leer los iniciados.
En la fachada del Templo Nuevo me impresiona el “Pórtico de las Falcónidas”, primeras columnas cilíndricas que veo en las culturas precolombinas. Las dos columnas están exquisitamente grabadas con dos aves antropomorfas en bajorrelieve, una macho, la otra hembra; “falcónidas”, es decir, de la especie de los halcones o cernícalos, abundantes en la zona. Como en las demás piezas de la cultura Chavin, las falcónidas tienen, detrás del pico, unas fauces de felino, con grandes colmillos que se cruzan, sus plumas son serpientes o personajes con atributos de seres vivos. Además, su vientre es una gran boca llena de dientes con colmillos.
Las columnas falcónidas sostienen un dintel voladizo, a modo de cornisa, cuya mitad sur era de piedra blanca, en tanto que la del norte era de piedra negra. Hay tres escalones y una vereda que, igualmente, son de piedras blancas hacia el sur y negras hacia el norte. Siempre el dualismo presente.
Y para que al conjunto no le faltase nada, en la entrada principal, sobre la alta muralla que protegía el conjunto, debajo de las cornisas, había una hilera continua de cabezas talladas en piedra, lo suficientemente grandes como para que desde el suelo, entre 14 y 20 metros más abajo, se pudieran apreciar sus detalles. Estas cabezas tienen una especie de espiga que sale de la nuca con la que se incrustan o “clavan” en el muro, de ahí el nombre de “Cabezas Clavas”.
Las cabezas expuestas, todas diferentes, de rasgos felinos y bocas atigradas, agnáticas casi todas (sin mandíbula) y todas con gestos aterradores, se sugiere que pudieron haber sido puestas para infundir terror a los que se acercasen a este lugar sagrado o ser, simplemente, representaciones de los chamanes, aunque hay alguna interpretación que involucra representaciones finales de prácticas antropofágicas. Del total de 56 que debió haber, hoy solo hay una en su sitio, el resto fueron destruidas en desastres naturales o en sucesivas colonizaciones de la zona, sólo unas pocas se han salvado y se encuentran en el museo anexo al complejo cultural Chavín.
Recuerdo haber leído la opinión de Picasso sobre Chavín de Huántar:
“De todas las culturas antiguas que admiro es la de Chavín la que más me asombra. De hecho, en ella están inspiradas muchas de mis obras"
Aparte del interés histórico y estético del yacimiento arquelógico me impresionó la fuerza mágica del lugar, casi me produjo los mismos sentimientos que senti en Machu Pichu, esos íntimos impulsos que hacen a uno dudar hasta con el agnosticismo más ilustrado.
3 comentarios:
Hola, me llamo Jael, soy estudiante peruana y estoy haciendo una investigación sobre la iconografia Chavin, me interesa una de las imagenes del Pórtico de las Falcónidas donde se aprecia una Vagina Dentada (que es el tema de mi investigacióN) me gustaria saber si sabes algo del tema? me podrias escribir a bruok@hotmail.com, y quizas intercambiar ideas :) un Beso
Publicar un comentario