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miércoles, 26 de septiembre de 2007

TAN LEJOS Y TAN CERCA DE MI


Gijón

Emil Cioran decía en uno de sus lúcidos silogismos:


“Si fuese tan fácil escribir sobre una desgracia como vivirla”


¡y qué razón tenía! Que fácil es vivir la vida, tanto en las alegrías como en las desgracias. No es que vivamos la vida, es que nos empuja la vida, es que nos atropella la vida. Y qué difícil es escribir sobre ello, que difícil es exteriorizar los sentimientos que la vida nos ha producido.

Maracaibo sobrevive al sopor producido por las elevadísimas temperaturas que indican la presencia constante de un sol inclemente, un sol que, por otro lado, es consustancial con la vida maracucha a la que imprime su colorido abigarrado presente en todos los aspectos de sus vidas. Maracaibo inclemente, Maracaibo agresivo, Maracaibo es, por el calor, como aquella tierra que cantó nuestro poeta: “... por la terrible estepa castellana..., polvo, sudor y hierro, ...”. Maracaibo es una ciudad que puede ser calificada de muchos modos, no precisamente plácidos. Maracaibo, al borde de un lago que no lo es, ya que está abierto al mar, se despereza todos los días de espaldas a él. Su lago tiene casi una vez y media la superficie de Asturias, lo que provee dilatados horizontes para miradas evocadoras. Maracaibo, la ciudad del petróleo, que no lo tiene pero lo evoca, porque está a mas de sesenta kilómetros. Maracaibo, la ciudad real codiciada por piratas, bucaneros y filibusteros, la que devastó Juan David Nau, llamado el Olonés y que asoló Henry Morgan. Y Maracaibo es también la ciudad de los piratas de Salgari, la del Corsario Negro, la ciudad favorita de los Hermanos de la Costa. Maracaibo, esa ciudad que estaba unida a mis fantasías infantiles, antes, mucho antes, de saber que me sembraría en ella. Maracaibo, esa ciudad que evoca piratas y siglos XVI y XVII ya no guarda nada de esa memoria, solamente es una vaga niebla de recuerdos infantiles de novela.



Calle Carabobo


La primera vez que me enfrenté al calor de su ciudad, me pareció un calor de otro mundo, algo irreal para un chavalín acostumbrado al frío Cantábrico, acostumbrado a aquellas brisas marinas que en algunas calles de Gijón se conocen, por su agresividad friolenta, como “cuchillos”. Pero Maracaibo es más que calor, Maracaibo es agresiva por sus olores y por sus colores. Es difícil explicarlo, es difícil poner en escritura algunas de las sensaciones percibidas por los sentidos. Es difícil transmitir y compartir sentimientos estéticos tanto del mundo visual como del mundo sonoro, y más difícil aún transmitir y compartir sentimientos procedentes del mundo olfativo. Es cierto que el olfato retrotrae a lugares y momentos, hay una memoria asociada al olfato como la hay asociada a la vista y al oído. Pues Maracaibo es una selva de olores, es una mezcla interminable de olores del trópico, olores calientes, densos, penetrantes, que te invaden, que te llenan y que te arrebolan, Maracaibo huele a especias y huele a guayaba y a plátano maduro y huele a cilantro y a parchita. Es el olor potenciado por el calor que entra por todos los poros acompañado por todas las muestras de la vida.


Puente sobre el lago Maracaibo


Maracaibo es agresiva por sus colores, la luminosidad de su sol hace que la luz de Maracaibo sea extrema y extremada. Pero el maracucho, como si quisiese competir con su brillante sol, recrea en su vida y en su entorno toda la gama de los colores, abigarrados colores, excesivos colores. Otra vez el chavalín del Cantábrico se ve deslumbrado y sobrepasado por la luz y el color. El chavalín del Cantábrico gris, azul plomizo, cárdeno a veces, mínimo, casi minimalista, se enfrenta ahora a una explosión de colores que la retina malamente administra, es una ebriedad de colores difícil de asimilar.

Pero Maracaibo es más que eso, es mucho más que calores, es mucho más que olores y es mucho más que colores. Maracaibo es también, para el chavalín del Cantábrico, la ciudad lejana, la ciudad alejada de las querencias. El ser humano es un animal de sentimientos cuyo mundo afectivo está formado por las representaciones dialécticas que se desprenden de las experiencias vitales. Recreamos nuestros sentimientos después de las experiencias vividas y asociamos a nuestro discurso las expresiones de nuestro mundo vital que llamamos sentimientos. La vida del chavalín del Cantábrico es una vida que ha producido toda la gama de vivencias que llamamos sentimientos, y que van desde la impaciencia, a la ilusión y al miedo y al odio, a la euforia y al brío y a la confianza, a la cólera y la compasión, a la esperanza, el fracaso, la felicidad, el júbilo y la lástima, y la soberbia y el sufrimiento, la humildad y el dolor, la tristeza y la melancolía y a la morriña y el saudade.

El chavalín del Cantábrico ha vivido todo eso y ha experimentado en carne propia todos los sentimientos, con más o menos intensidad, con más o menos fruición. El recuento de nuestros sentimientos es el recuento de nuestras vidas a través de nuestras vivencias, por doquier vamos dejando tiras de sentimientos, a lo largo de nuestra vida vamos prodigándolos y usándolos y repartiéndolos, usándolos y compartiéndolos. Todos y cada uno de ellos, si bien las particulares condiciones de vida de cada uno hacen que algunos sentimientos tengan más relevancia que otros o que sucumbamos más fácilmente a unos sentimientos que a otros. Algunos de ellos son propios de nuestra identidad cultural, son parte de nuestro acerbo cultural, parte del todo que el hombre le ha dado al hombre, lo que el hombre le ha añadido al hombre.

Gijón anocheciendo


Y las tierras maracuchas imprimen carácter, aunque el chavalín del Cantábrico haya llegado con un cúmulo de vivencias, pues es mucha la fuerza de lo que aquí encuentra. La vida se reinicia con un gran desgajamiento. El chavalín sale de sus tierras cantábricas y la vida se le parte en dos, la vida se le parte en un antes y en un después. Ya nada volverá a ser igual, ya nada será lo mismo. Los sentimientos ahora serán provistos por otras tierras y por otras gentes, por otra cultura, por otra historia, por otra memoria histórica. El alma se parte en cachos para poder asimilar todo, ahora somos un crisol donde se van a fundir y confundir todos los sentimientos, los nuevos y los viejos, los sentimientos visibles y los arcanos. Y no es precisamente la lejanía geográfica, es la lejanía vivencial, la de las ideas que diariamente nos nutren, esa carencia que nos hace huérfanos de la madre primigenia. Ese es el trozo de corazón que nos arrancó la vida cuando nos lanzó a conquistar el mundo.


El Muelle de Gijón


Hemos salido al mundo y hemos salido a la vida por muy diferentes causas y motivos. El español ha emigrado de por vida, pareciera que es un culo inquieto o efectivamente es que el español es un hombre ambicioso, de horizontes amplios, aventurero. El descubrimiento y conquista de América en los siglos XV y XVI es de este tenor y las poblaciones subsiguientes lo mismo. La aventura y el comercio, las facilidades de ultramar, nuevos oficios, tierras más feraces, la burocracia de Felipe II, la Compañía de Indias, la Compañía Guipuzcoana y tantos y tantísimos motivos y motivaciones que hicieron salir al español de sus tierras. No fue necesariamente la necesidad, pero sí fue la mayor parte. No todos triunfaron, ni muchísimo menos, pero todos sobrevivieron. Todos lucharon, todos vivieron.

Es difícil entender hoy, en un mundo tan globalizado, con comunicaciones tan asequibles, como era el mundo de la emigración hace cincuenta años, o hace cien años. Los efectos que producía el alejamiento de las tierras nativas son difíciles de entender hoy. La melancolía por la tierra abandonada, por la familia separada, la “morriña”, aquel dulce morir que es la melancolía producida por la separación del bien amado. El emigrante ha sido por antonomasia el perfecto melancólico, y es posible que, los que procedemos de las brumosas costas norteñas, seamos proclives, aún más, a esa tristeza suave que es la melancolía. Los enciclopedistas llamaron “sentiment doux” (sentimiento dulce) a la melancolía, Diderot le dedicó unos cuantos escritos a este sentimiento, Victor Hugo y los románticos definieron a la melancolía como “la dicha de ser desdichado”. Unos y otros caracterizaron a este sentimiento por la consciencia perfecta de la desdicha. La melancolía que se produce al estar alejado del bien anhelado se convierte en nostalgia. Y esa es la gran palabra de la emigración, la nostalgia. Nostalgia es una palabra que nos llega al castellano procedente del griego (de regreso y dolor, significa regreso al dolor) y define perfectamente la pena de verse ausente de la patria o de los seres queridos. También define la tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida, de una añoranza. Ah! Otra gran palabra de la emigración, añoranza. Añoranza es una palabra castellana que nos viene del catalán (enyorar) y que definimos como el recordar con pena la ausencia, la privación o la pérdida de una persona o de unas cosa muy querida.

La emigración padece y sufre de melancolía, de nostalgia y de añoranza. Y que mal remedio tiene todo esto. Quienes hemos poseído y hemos perdido sufriremos de melancolía y de nostalgia y de añoranza. Y el gallego llamará a todo esto “morriña”, que significó en un principio muerte, mortandad y que hoy significa lo que todos entendemos y tan difícil es de explicar. El nostálgico de su tierra muere en cada pensamiento. El que añora la tierra se entristece por la pérdida, y siempre será nostálgico y melancólico. Schopenhauer decía que


“la paz y la felicidad habitan solo allí donde no haya
ningún dónde ni ningún cuándo”



Por eso, los que estamos fuera de nuestra tierra, somos, de alguna manera, infelices porque añoramos tanto los dónde como los cuándo y vamos dejando nuestro corazón allí donde estas cosas nos son evocadas.


Basílica de la Chiquinquirá


Pero los sentimientos de la emigración son muchos más que los tópicos tratados en las líneas anteriores. Hay problemas mucho más graves en la emigración que la sensualización de unos sentimientos. La vida del emigrante es mucho más prosaica que el discernimiento de un “certain triste plaisir”. Tenemos problemas que enfrentar en nuestras sociedades que, muchas veces, han sido superados con creces en nuestras tierras de origen. Aún más, la vida diaria, el día a día, ha hecho que las nuevas generaciones de la emigración, esas generaciones que no conocieron los rigores de los pioneros, los que tuvieron que hacerlo todo con las manos, estén ahora enfrentando el solucionar los problemas de las viejas generaciones. Es posible que hace años escribiésemos tratados eruditos sobre la añoranza y la nostalgia y la melancolía. Hoy, tristemente, estamos escribiendo libros sobre como resolver problemas de la emigración tan vitales como la vida misma. Estamos escribiendo libros y redactando leyes y decretos y resoluciones y memorandos para discernir si un emigrante está en la indigencia o no lo está, para decidir cuales son los montos de las ayudas y como se las hace llegar. Y mientras discernimos todo esto se nos esta muriendo una generación de pioneros a la que no les podemos brindar ni ayudas económicas adecuadas ni calidad de vida digna.

Y nuestra comunidad está pasando de lado sin querer mirar, ni hacia atrás, ni hacia los lados, no vaya a ser que podamos presenciar el dolor humano y entonces nos entristezcamos agónicamente. Nuestra sociedad general no aguanta mucha realidad, y todos los días tenemos mucha realidad aquí. Existe una gran cantidad de gente de la emigración, de aquella que llegó aquí en los años cincuenta, que vivió y sobrevivió mientras el cuerpo aguantó, como se dice prosaicamente. Pero al cabo de los años de vida productiva, su trabajo y su esfuerzo apenas alcanzaron para una vida digna. ¿Y ahora? Al cabo de esos años, ¿qué hacer?, sin un sistema de pensiones, ¿cómo enfrentar los años de vejez cuando ya no se puede producir? ¿cómo enfrentar la enfermedad y las penurias de la edad provecta cuando no existe un sistema de sanidad ni de pensiones digno?
Paseo del Lago de Maracaibo


He visto familias totalmente arruinadas por una enfermedad, he visto familias que en un momento determinado recurrieron a nuestro Consulado a pedir ayuda para paliar un dolor de un cáncer terminal, porque no tenían ni para comprar aspirinas. He visto familias mendigar asistencia médica en los hospitales públicos, y digo bien mendigar, solicitar el favor de ser atendidos. Aquí existen pocos derechos cuando estos tienen que ser repartidos entre tantos. Y he visto familias desesperadas porque no podían aplicar tratamientos médicos a familiares que se les morían. He visto la necesidad pura y dura.

Nuestras comunidades de emigrantes tienen necesidades que, lamentablemente, el país venezolano no soluciona, tenemos carencias graves en el área de salud y es prácticamente inexistente el sistema de pensiones. Entonces, ¿cómo atender las necesidades primarias de nuestros viejos españoles? Disponemos de paliativos, provistos por el Estado Español, como son las Pensiones Asistenciales (también llamadas no contributivas) que proveen una cantidad de dinero cercana a los 1.200 € por persona y por año (cien euros al mes), que llega en dos remesas semestrales de 600 € cada una. Esta cantidad apenas sirve de ayuda para las necesidades de alimentación. En Venezuela se considera que los niveles de subsistencia alimenticia están en el orden de los 2.900 € al año. Pero aún suponiendo que se pueda vivir con la pensión asistencial, ¿ qué hacemos con la sanidad ?. He ahí el gran problema de nuestra emigración. La salud. La salud y la sanidad es el gran problema que tenemos que enfrentar, y no tenemos mucho tiempo para enfrentarlo. No tenemos mucho tiempo porque se nos están muriendo, se nos están muriendo los viejos sin poder proveerles una asistencia médica y sanitaria debida y adecuada.

La Consejería Laboral y de Asuntos Sociales de la Embajada Española tiene muchos programas de ayudas para los emigrantes que van desde las ayudas individuales a emigrantes incapacitados para el trabajo, ayudas para viajes a emigrantes, becas de estudio, convenios con la Seguridad Social en uno y otro país, ayudas para viajes culturales y un largo etcétera. Pero seguimos sin resolver el principal y más importante de los problemas de la emigración, la salud y la sanidad. Así mismo el Consulado General de España en Caracas dispone de unos recursos mínimos para atender casos individuales, pero sumamente lento y burocrático con decisiones que deben ser tomadas en Madrid y no en Caracas. Proveen, además, ayudas a instituciones tipo O.N.G. que trabajan en las áreas de cuidado de ancianos y en las áreas de salud. Lo mismo se puede decir de algunas comunidades autónomas, pero son ayudas mínimas para el tamaño del problema. Pero en unos y otros las solicitudes y concesiones tienen las mismas características de solicitar beneficencia mas que derechos. La asignación mas elevada concedida a una ONG en Venezuela en 2003 ascendió a 10.000 €.

En Venezuela, en los últimos años, debido al incremento del deterioro de la calidad de vida general, y al envejecimiento de nuestra población, han proliferado las instituciones de ayuda a comunidades españolas de escasos recursos, casi todas ellas dependientes de los Clubs sociales o adscritas a comunidades regionales. Todas ellas trabajan en el auxilio social del emigrante con recursos generados por sus miembros y con ayudas extraordinarias del Consulado, de la Consejería Laboral y de algunas Comunidades Autónomas. Pero muchas de las ayudas previstas por la administración central no llegan a los españoles debido a que la colonia española en Maracaibo, y pienso que la venezolana en general, no tiene información adecuada de cuales son sus derechos, debido, por un lado, a la dejadez y abulia típicamente española y por otro a la inadecuada y poco oportuna información de Consulados y Embajada.

En Maracaibo existe una colonia española muy desunida y muy desinformada. Ni siquiera tenemos un censo de españoles confiable en nuestro Consulado Honorario. Por ser los más, y los más emprendedores, el único club social español que existe hoy en Maracaibo es el Centro Gallego, si bien tiene entre sus miembros a casi todas las comunidades españolas y, actualmente, una población importante de no españoles. Por ello, más se parece a un Centro Español que a un Club Gallego. Sin embargo las ayudas en el campo del auxilio social son efectuadas por una institución que, lamentablemente, no tiene que ver con el Centro Gallego, y digo lamentablemente porque una sociedad creada para proveer ayudas a españoles en estado de necesidad debía haber sido prohijada en la institución que en Maracaibo pareciera representar a todos los Españoles. Ese debía ser su entorno natural. Pero aún en el supuesto caso de que este fuese el centro desde el que se irradiasen las ayudas a la comunidad en general, el Centro Gallego de Maracaibo representa un porcentaje mínimo de la colonia española en Maracaibo, y la colonia española que lo necesita no pertenece a esta entidad social ni aparece por allí para recibir información oportuna. Más aún, la presencia en este centro social de una cantidad importante de socios no españoles, ha hecho que se hayan descuidado las labores sociales a favor de la colonia española. Curiosa situación de no ayudar a las necesidades sociales de los españoles pero no tienen ningún reparo en recibir ayudas de la Xunta de Galicia que benefician incluso a no españoles.

En 1988, un conjunto de españoles, liderado por Eusebio Sende Agrelos, constituyen la Fundación Benéfica Hijos de España, con el fin de recabar fondos para ser aplicados a ayudas personales en las áreas de alimentación y vivienda, principalmente. Esta actividad, que toma carta de naturaleza con la constitución legal de la Fundación, no hace sino institucionalizar lo que ya se venía haciendo a nombre personal. El aumento preocupante de las personas con necesidades de ayuda y el aumento de la cuantía de las ayudas necesarias hace que en 1998 se reorganice por completo la Fundación y en una agresiva campaña de captación de miembros aportantes, la Fundación pasa de 25 a 150 socios. Al ser elegido Presidente de la Fundación en esta nueva etapa, eliminé del nombre de la Fundación la palabra Beneficencia (no sin crear bastante malestar en algunos decimonónicos) porque creía que la Fundación debía recabar sus fondos no de la Beneficencia, no de la caridad pública, sino que la Fundación debía nutrirse y hacer llegar sus ayudas, con fondos que el propio Estado Español tiene para estos fines. Yo quería unir esfuerzos para que todos trabajásemos en lograr los fondos que la administración pública tiene destinado a estos menesteres, para que una vez recibidos, y en cantidades adecuadas, pudiésemos proveer a nuestros pensionados la calidad de vida a la que tenían derecho como españoles, como el resto de los españoles. No quería, y no quiero que, por estar separados por un charco de siete mil kilómetros, el estado de bienestar no alcance a estos españoles olvidados del presupuestos nacional.

No quería Beneficencia para estos españoles, quería los mismos derechos que tienen los demás españoles, quería para todos los afiliados la misma calidad de vida que tienen los españoles del estado de bienestar. El trabajo no es fácil, hay que lidiar con la burocracia española, hay que lidiar con Consulados y Embajada, pero lo estamos consiguiendo. Quiero señalar la capital importancia que tienen los representantes públicos de nuestras comunidades, desde nuestros Vice-Consulados y Consulados Honorarios (cuya importancia social y humanitaria no me canso de destacar y resaltar), hasta el Consulado General y Embajada, pasando por esa institución de enlace entre la comunidad española y las autoridades consulares, me refiero al Consejo de Residentes Españoles, suerte de representantes de la comunidad ante la administración. Pero también tienen una grandísima responsabilidad todos los dirigentes políticos de todos los partidos, tanto de los que nos desenvolvemos en Venezuela como de los de España. Su presencia en la comunidad es vital, debe exigírseles presencia mas allá de la que normalmente muestran en días preelectorales. Nuestros políticos, nuestros miembros de partidos, deben acercarse a la comunidad para conocer y resolver sus problemas en una labor de servicio social, de cuyos frutos rendirán buenos votos ¡Somos lo que hacemos!

Pero entiéndase que esta labor social no es una labor de beneficencia, no es que tenemos que pedirle a los demás lo que les sobra para dárselo a los que no tienen. No, no es beneficencia el objetivo del trabajo. Es lograr la adecuada y oportuna redistribución de la riqueza producida por el estado a unos miembros del estado español alejados de los canales regulares de la administración. Esa cadena de acción comienza en los líderes políticos, llega hasta los representantes legislativos y regresa por las vías diplomáticas. Todos los involucrados en esa cadena de acción tienen la enorme y trascendente responsabilidad de mejorar la calidad de vida de la emigración. Y ahí ningún líder está mejor preparado, desde el punto de vista humanístico, que los miembros del Partido Socialista Obrero Español, los que hemos bebido en las fuentes del socialismo estamos imbuidos de que el ser humano es el centro de nuestra preocupación social. ¡ Hacemos lo que somos !

La Fundación Hijos de España, S. C. (O.N.G.) atiende a los españoles necesitados de la ciudad de Maracaibo y les provee ayudas económicas para alimentación y vivienda. Pero el gran problema sigue siendo la salud y la sanidad. Podemos atender muchos casos de enfermedad pero no podemos enfrentar tratamientos largos y costosos como los tratamientos oncológicos. Dentro de esta tónica hemos logrado conseguir un contrato de asistencia médica, tanto ambulatoria como de emergencia, incluyendo análisis básicos, con una de las clínicas más prestigiosas de la ciudad para atender en las necesidades médicas a nuestros pensionados. Es una solución provista por la buena voluntad y cooperación de la Policlínica Maracaibo y la de Fundación Hijos de España, todo ello gracias a los fondos propios de la Fundación y a las ayudas institucionales de la Consejería Laboral y del Consulado General en Caracas.


http://www.aescalera.com/docs/hijosespa.htm


Enmarcado en este mismo sentimiento de resolver la sanidad de nuestra población emigrante mayores de 65 años y de escasos recursos económicos se constituyó en el año 2000, en la ciudad de Caracas, la Sociedad Española de Beneficencia, supuestamente para resolver el problema sanitario de nuestros emigrantes necesitados. Esta Fundación, con cuyo calificativo de Beneficencia no estoy de acuerdo, provee pólizas de seguro de Hospitalización y Cirugía hasta por la cantidad de 2.000 € de cobertura, por el pago de una póliza mensual de 10 € (que muchos ni siquiera pueden costear). Esto resuelve los casos hasta un máximo de 2.000 € por un solo siniestro al año, ¿ pero después de ahí ?. Lo cual nos lleva siempre al mismo problema, la sanidad y la salud y los costos de estos servicios. Ni demás esta decir que tampoco cubre medicinas ni tratamientos médicos que no sean los inherentes a la hospitalización. ¿ Cómo podemos atender tratamientos médicos largos y costosos?, por ejemplo, como atender quimioterapias, radioterapias, diálisis, etc. etc. En España existe todo un sistema social que atiende esto, ¿ por qué no lo tenemos nosotros aquí ?, ¿ sólo porque nos separan unos cuantos miles de kilómetros de agua ?.

Hace años nos preocupábamos por sentimientos de nostalgia y añoranza, y fuimos muy efectivos creando Clubs Sociales donde engañábamos a la nostalgia recreando el mundo perdido. Y así fundamos Casas de España y Hogares Canarios y Centros Asturianos y Hermandades Gallegas, donde podíamos ir a reencontrar la identidad perdida, donde podíamos recrear nuestra idiosincrasia, donde podíamos interrelacionar con quienes teníamos la misma memoria histórica y cultural. Pero hoy tenemos que enfrentar problemas muy diferentes y muy graves, tan graves que son de vida y muerte, y nuestra sociedad no estaba preparada, nuestra sociedad no se preparó para lo que estamos enfrentando hoy. Tal vez el nuevoriquismo, que se nos pegó de los criollos, nos hizo pensar que vivíamos en Jauja, cuando en realidad estábamos viviendo en Babia. La sociedad española de Venezuela no se preparó para atender las necesidades de nuestros mayores, ¡creíamos que no íbamos a tener necesidades!

¿Dónde están aquellos filántropos del siglo XIX y mitad del XX, que edificaron escuelas y edificaron hospitales para sus congéneres? ¿Por qué la sociedad española en Venezuela no ha dejado huellas de labor filantrópica? Es verdad que el hombre, en general, es humano, y es misericorde y es compasivo, pero también hay una tipología humana que un eminente psicólogo francés, Paul Janet, describió como la de aquella persona que expresaba: “Necesito que me necesiten”, que encaja perfectamente bien en la tipología del filántropo. Ese amor a la humanidad, como lo definió Covarrubias en su Autoridades, es la característica del filántropo. Nuestra sociedad venezolana ¿por qué no produjo filántropos? Sí hay mucho héroes anónimos que han hecho estos trabajos pequeños, que no menores, de atender las necesidades de nuestros viejos, pero no han podido tener la magnitud del tamaño del problema. No existe en nuestra sociedad Venezolana, un Hospital de Españoles, como el de la Habana o el de San Juan de Puerto Rico, y es que no existe ni siquiera un Panteón de Españoles donde poder rendir tierra a quien la vida rindió.

Si alguna labor nos debe ser exigida a quienes tenemos alguna representación pública de nuestra comunidad es precisamente la de trabajar por conseguir mejor calidad de vida para nuestros emigrantes, todos, niños, jóvenes, adultos y viejos. Y no queda mucho tiempo. La segunda y tercera generación de la emigración estará integrada en la nueva sociedad, con nuevas familias, con nuevos valores éticos y morales y sabrá abrirse camino, como en efecto ya lo hace. Pero la generación que está terminando es a la que hay que ayudar preferentemente, durará diez o veinte años, no más de ahí. Y ahí se habrá acabado el problema actual de la emigración, pero es que habremos acabado con la generación de la emigración, aquélla que en los años cincuenta salía ilusionada y esperanzada a hacer las Américas. No la abandonemos ahora.

Es difícil hacer política o es difícil hacer proselitismo político fuera de España. ¿De qué le hablamos a los españoles de América con respecto a la política Española? ¿De qué le puede hablar un dirigente de un partido político a un emigrante? Pues de los problemas que enfrenta, como español, en América, hablémosle de cuales han sido los logros que una política social y humana del partido ha conseguido para la comunidad de españoles. Pero hablémosle más de lo mucho que nos falta por lograr y hablémosle de que lo estamos haciendo todos los días. La labor del dirigente político, en trabajos de proselitismo, está en algo tan sencillo como el viejo apotegma: “por sus obras los conoceréis”. En la medida que nuestros trabajos de acción política o de acción social redunden en beneficios de la comunidad más necesitada, en esa misma medida estaremos haciendo proselitismo político. Es tan sencillo como real. Si en algún campo está perfectamente identificada la ambición política del hombre, es en el logro del estado de bienestar al que todos propendemos de modo natural. La mayor parte de los logros de bienestar social que ha obtenido la emigración española en Venezuela han sido trabajo de un partido de luchas sociales, esa es la bandera que hemos de enarbolar, y es la insignia que debemos seguir; el trabajo apenas comienza y hay mucho que hacer y no tenemos tiempo porque nuestros viejos se nos están muriendo sin una atención digna.

Otro problema que debemos enfrentar, no tan dramático como el asistencial, es el de la pérdida de identidad, en menor grado en la generación pionera y en mucho mayor grado en la segunda y tercera generación. El emigrante desarraigado de sus orígenes pierde identidad cultural y pierde identidad social. Y cuando la redescubre solamente lo hace cuando recupera su nacionalidad y recupera su pasaporte español. Pero ¿y la españolidad? ¿Y el sentimiento de grupo? Conozco y veo mucha gente feliz por tener un pasaporte español, pero ¡ qué poco dispuesta está a identificarse con los problemas de los españoles ! Para condolerse con los problemas de los españoles de la emigración hay que identificarse como español, sentir el ser español, y eso no lo provee un pasaporte. Nuestros Clubes sociales han recreado nuestra vida folklórica de origen, pero han tenido muy poco o nada de éxito en recrear el sentimiento de grupo social homogéneo. Incentivar nuestras raíces es más que proveer grupos folklóricos, o construir un hórreo al lado de un bohío aborigen, necesitamos cultivar nuestras mentes y nuestros pensamientos en todo lo que es cultura, en todo lo que, como bien decía Jean Rostand, “el hombre le añade al hombre”.

Los Clubes Sociales al abrirse a la comunidad venezolana en general se amplían con otras nacionalidades que aportan otras costumbres y otras culturas y lo que es más importante, otras prioridades sociales que atender, en detrimento de las de nuestras colonia española. Las actividades culturales españolas o autonómicas van perdiendo interés en la medida en que se va diluyendo la colonia española o que van sustituyéndose sus miembros por la segunda y la tercera generación, mucho menos interesada en estos valores. Por eso me parecen importantes los programas de viajes, necesitamos llevar a los jóvenes de la segunda y de la tercera generación a imbuirse de España y de su idiosincrasia para que haga renacer en ellos esa llama mortecina que seguro llevan grabada en sus genes.

El Gijón de mi niñez se despertaba mirando al Cantábrico como si barruntase galernas. El Maracaibo de mi edad madura se despereza de espaldas a su lago con la misma galbana con la que se mueven sus plácidas aguas. Yo vivo cerca de ese lago y mi primera mirada, al amanecer, es hacia el lago, Y con mi mirada se van todos los días estos pensamientos y estas ideas. Me duelen muchas cosas que veo, me duele ser impotente ante muchas de ellas, pero el día comienza a despuntar y hay que prepararse para el nuevo día. Mi mirada se estira a lo largo del lago como si estirando la mirada alcanzase el inalcanzable proceloso Cantábrico de mi niñez. ¡Tan lejos y tan cerca de mí !

Palacio de Revillagigedo



1 comentario:

Elena E. Rodríguez Díaz dijo...

Y además procede usted de Gijón, tierrina que resulta ser común en estos dos transterrados que aquí escribimos. Claro que, por lo que leo, usted se encuentra bastante más lejos que yo. Hermoso blog, el suyo. Muchas gracias.