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jueves, 27 de septiembre de 2007

UN IDIOMA, MUCHAS CULTURAS

Beato de San Pedro de Cardeña
Donde se ve la Cruz de Asturias





Nadie mejor que Emil Ciorán, rumano emigrado a Francia, para decirlo:


“Uno no habita un país, uno vive en una lengua"

La lengua es, por excelencia, la principal característica de nuestra facultades mentales. Las palabras, el vocabulario, no son más que una enciclopedia de uso de todo aquello que se conoce. La gramática y la sintaxis no son más que el ejercicio de la lógica del pensamiento, por lo que el conjunto de vocabulario y gramática y sintaxis de una lengua constituyen la característica principal de un pueblo.

En estos dias de encendidos discursos ideologizantes de grimosos tenores de los grillos, se pretende decir que nuestra cultura venezolana, o de modo extensivo, nuestra cultura hispanoamericana es, eminentemente, una cultura afroamericana. No sé por quien hablarán estos estridentes tenores pero tendré que usar los mejores versos de Machado para manifestar el estupor:




"Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una"




Una sola voz oigo y es la de la cordura y la de la mesura en las valoraciones de conceptos tan importantes como las bases étnicas, culturales o idiomáticas de unas sociedad. El historiador Eduardo Arcila Farías, citado por Elías Pino Iturrieta en un reciente y lúcido artículo titulado “La leyenda negra”, decía en su ensayo “La colonización comparada”:


“…la hegemonía de los españoles en ultramar no consistió en la ejecución de un aplastamiento sin contemplaciones sino en la adaptación de una cultura provista de recursos sobre otra que carecía de elementos para salir airosa en la confrontación”




Y pocas culturas como la Hispánica para ver, no una, sino muchas culturas sobrepuestas a costa de las debilidades de las anteriores. Iberia, Hispania, España, las Españas, es un claro ejemplo de crisol de culturas. Las Españas seran Tartesas, Íberas (escualdunas ribereños del rio Iber o Ebro) y Celtas y se covertirán en Celtíberas y después serán culturizadas por, Fenicios, Fóceos, Cartagineses, Griegos, Romanos, Godos, Suevos, Vándalos, Alanos y Árabes en un largo proceso de transculturización que aún no acaba.

Pero me anima mucho, siempre que oigo estas expresiones de hispanofobia, oir a estos tenores huecos decirlas en un sonoro idioma castellano que, por si mismo, refuta todo lo que están diciendo. No han de usar otro idioma más que el castellano y ese idioma usado marca perfectamente su base cultural. No podrán decirlo en los supuestos idiomas de los afroascendientes como el swahili, ni en mandingo, ni en kikongo, ni en lingala, ni en bambara, ni en zulú o en tsawana, y si fueran netamente americanodescendientes ni siquiera lo pueden decir en los de los autóctonos pemón, yequana, wayú, barí guaraní, quéchua, aymara,. Hablan castellano porque su base cultural es el castellano por más de 500 años.

Hablamos un idioma que, como pocos, es un documento actual donde pueden rastrearse todas las culturas que, en aluvión, van formando las sucesivas culturas que formaron la cultura hispánica, dentro de la cultura occidental. No hay culturas puras que nos lleguen desde la noche de los tiempos, todas se van influenciando, sobreponiendose, usurpándose, dominándose y sobreviviendo, pero transformándose, las más fuertes.

La lengua es la creación cultural matriz del mundo hispánico y, con cada una de las culturas con que topa, ella se desarrolla en un camino bidireccional: influye y es influida. Si hay una cultura que se pueda decir que es la consecuencia de un aluvión de culturas, esa es la Cultura Hispánica y aún más, por los aportes del americanismo, lo será la Cultura Hispanoamericana. Y todo eso está conservado en nuestro idioma, las raices de nuestra cultura están en él, podemos ver los rastros de todas las invasiones, de todos las influencias, convivencias y coexistencias, modas, apropiaciones e innovaciones. Un idioma que, casi se puede decir, no conoce inicio, tan profundas son sus raices en el tiempo.

Nuestro castellano tiene, aproximadamente, 83.500 entradas, aunque podrían ser muchísimas más si le incorporasen todas las palabras que se pueden formar con prefijos, sufijos y derivados de las palabras. El pueblo llano las va componiendo y dándoles rango por su uso común. Todas las causas que lo influyen hacen que estas palabras aparezcan y desaparezcan, se transformen en su ortografía y se validen y se invaliden por su uso o desuso.

La base fundamental de nuestro idioma es, bien sabido, el latín; a través de la vulgarización del latín, es decir, de la deformación del latín por el uso cotidiano de un pueblo o unas gentes, es que damos paso a las lenguas romances. Pero en la vulgarización y transformación paulatina, hasta lo que hoy consideramos nuestro castellano actual, está toda la historia y todas las vicisitudes de un pueblo, o de un conjunto de pueblos, que constituirán las Españas.

¿Qué idioma hablaban los habitantes de la península antes de la llegada de los griegos y romanos? Esos pueblos de las riberas del rio Ebro, a quienes los griegos llamaron Iberos, hablaban eúscaro o lengua bascongada, y esa huella ha quedado perenne en el castellano a través del fonetismo que es el último vestigio que pierde un idioma al ser sustituido por otro. De ahí nos viene el marcado sonido de la “rr” o la sustitución de la “f” latina por la “h” castellana (excepto el bable que conserva la “f” latina).

El latín que trajeron los conquistadores romanos a Hispania ya incluía palabras de culturas anteriores a la que ahora estaba imponiendo el Latium, el Lacio, aquel valle que vió desarrollar la cultura etrusca, que a su vez procedía de la cultura lidia, mil trescientos años antes y así hacia la noche de los tiempos. Pero el imperio romano que impuso idioma, leyes y costumbres a sus vastos territorios, no fue capaz, en el transcurso del tiempo, de mantener la unidad en el idioma, así como se mantuvo el sistema judicial y el sistema organizativo de las sociedades.



Hispania en tiempos de Roma



Los idiomas pertenecen a los pueblos y ellos son los que los adaptan, los tranforman y los hacen suyos y, en muchas ocasiones, como ocurrió con el castellano, van mas allá de la caída del propio imperio que lo impuso, el Imperio Español. Cuando en el siglo XIX se separan las provincias americanas de la Corona de España, en estas provincias o nuevas naciones, se mantiene el uso del idioma castellano. No le ocurrió lo que al latín que, al desmebrarse el imperio romano, igual se desmembró el idioma latín y los pueblos que se formaron en “naciones” conformaron mucho antes los idiomas que después los aglutinaron. Y así nacieron las lenguas romances derivadas del latín: el castellano, el italiano, el rumano, el francés, el portugués, el gallego, el catalán, y localmente más restringidos: el bable, el leonés, el valenciá, el mallorquín y el riojano.

El latín es dificilmente hablado por el pueblo, tan prontamente como en el siglo IV, y su vulgarización es la que va generando las lenguas romances. Allá por la zona riojana de los Montes Cogollos, mediado el siglo XI, en un húmedo y frío cenobio, un oscuro monje, probablemente vasco, anotaba al margen, a modo de explicación o traducción del texto latino, del “Códice Emilianense de los Concilios” :



“ Cono aiutorio duenno queno Chiristo... ”


Estas anotaciones o “ glosas” o “traducciones a la lengua del vulgo” del texto latino son lo que después devino en idioma Castellano.





Glosa Emilianense


Si bien los cultores de la puridad de las nuevas lenguas romances pronto comenzaron a dividirse en el manejo del nuevo idioma, unos escribiendo y componiendo en un, más o menos, conservador uso del idioma, en lo que se dio en llamar el “Mester de Clerecía”, hacia el siglo XIII. La palabra “mester” deriva de “Ministerium” u oficio y era ejercido por la Clerecía, que no eran necesariamente clérigos de Iglesia, pero si eran cultores de una riqueza de vocabulario y cultismos en las composiciones literarias. Además sus temas eran de elevada inspiración religiosa y moral.

Y el pueblo, el que se expresaba a través de la gente vulgar, del vulgo, la gente llana, la del hablar iletrado, siempre analfabeta, su habla, en sus historias, leyendas y mitos fueron cantados por el “Mester de Joglaría” en el que los juglares fueron los encargados de transmitir el habla del vulgo y sus historias.

Y en las Cortes y Chancillerías nos encontramos con otros modos y costumbres, otro hablar, otras expresiones y otros los temas de su inquietud inspiradora. Un habla cortesana, leguleya y política, tiene su expresión en el “Mester de Cortesía”.

Nuestro famoso “Libro de Alexandre”, (escrito utilizando la cuaderna vía o tetrástrofo monorrimo alejandrino) del siglo XIII, nos lo explica claramente en unos de sus versos:




Mester traigo fermoso non es de juglaría
mester es sin pecado, ca es de clerecía,
fablar curso rimado por la cuaderna vía
a sílabas cunctadas, ca es grant maestría


(Tengo un oficio hermoso; no es de juglaría.


Es oficio intachable, porque es de clerecía


hacer frases rimadas por la cuaderna vía


sílabas contadas, que es gran maestría)




Folio 45 del Libro de Alexandre del Códice de Osuna



Muchas cosas han tenido que cambiar de acuerdo a como el pueblo iba cambiando su modo de hablar, las modas de cada época, las gentes que nos influyeron en cada tiempo, los pueblos que nos “invadieron”, las costumbres foráneas que adaptamos todo fue transformando la vida de la sociedad hispana, y mucho más aún el lenguaje con el que se expresaban los mismos cambios.

Y como pocas zonas de Europa han sido tan invadidas o colonizadas como nuestra península Ibérica, todas las invasiones y todas las colonizaciones dejaron su huella impresa en nuestro actual idioma. Nuestro castellano, el idioma que todos nosostros hablamos, es un entramado histórico cultural y geopolítico que condensa, en si mismo, los últimos 4000 años de cultura mejor conocidos.

Nuestro idioma conserva muchas de las palabras derivadas del latin, y del griego a través de su influencia en el latín. La mayor parte de las palabras del castellano para la vida diaria provienen del latín, lo mismo que las palabras que usamos en los lenguajes eclasiástico (bautismo, profeta, catedral, diablo…) y científico (geografía, anatomía, planeta, filosofía, etc) e incluso después fuimos influenciados por los propios habitantes de la península que no era Castilla. Nuestro castellano incorpora palabras del vascuence y del catalán, por eso en vez de usar la palabra “siniestra” para izquierda, derivada del latin “sinistra”, usamos “izquierda”, derivada primero del vascuence “ezkerra”, y despues del catalán “ esquerra”, porque, en el paso a la lengua romance, el pueblo llano le dio a la palabra “siniestro” un tono peyorativo. Y los Hispanos siempre usaron la palabra euskera “yantar” y no será sino hasta comienzos de la Edad Moderna que los Hispanos empezaron a usar la palabra “comer” impuesta por la moda romana, en la alta sociedad, del “comedere”. El pueblo bajo aún usaba “yantar” y la clase alta, siempre a la “última moda”, usaba “comer”.

Pero antes que los vascos, los Godos, antiguo pueblo de Germania que desde el siglo III hasta el VI d.C. constituyó una potencia invasora de Europa, coincidiendo con el periodo desintegración del Imperio romano, colonizaron la península Ibérica entre los años 409 y el 711, sucesivamente fuimos colonizados por los Alanos, quienes después se dividieron en Suevos que invadieron Galicia y Portugal y por Vándalos en el resto de la península. Estos pueblos dejaron muchas palabras de las prácticas guerreras en nuestro castellano, como por ejemplo: espía, arenga, ropa, banda; todas palabras de origen godo. Los suevos nos aportaron palabras tan castellanas hoy como: álamo, bota, brezo, borona, centollo, cerveza, losa, gancho, garza, etc. El antiguo nombre de Castilla era Vardulies. En unos escritos de Alfonso III el Magno, Rey de Asturias y León se lee:



“Vardulies qui nunc vocitatur castellae”
(Vardulies que ahora llaman castillos)



Esa raiz Var- es una clásica raiz de origen godo y se usa en los pueblos nórdicos para nombrar a las varas de madera típicas de las fortalezas bálticas y, su uso en estas tierras, nos dejó la palabra “vara” y la construcción de defensas con varas.

Todas esas palabras marcan el paso de Celtas, Godos, Visigodos, por nuestra península, dejando no solo palabras en el idioma que nacería en el siglo XI, sino modas, costumbres, ritos y todo el cúmulo de transferencias que llamamos cultura. Y las nuevas palabras que adaptó el castellano provienen del uso de nuevas cosas, o nuevas ropas, o nuevas modas.

A partir del siglo XI, con la expansión del reino de Castilla, comenzará la castellanización del resto del territorio que será, fundamentalmente, las tierras al sur del Duero. Hacia el este quedarán Cataluña y Aragón con menos influencia castellana, al oeste Galicia y al norte Asturias, Cantabria y Vasconia. Y de estas tres zonas, claramente diferenciadas, será el Bable quien contenga las variedades lingüísticas más ricas. Estas zonas mantendrán hasta los tiempos modernos sus lenguas romances y el centro sur de España no mantiene ninguna de las que se hablaban antes del dominio castellano precisamente por esta influencia y por haber continuado la reconquista en estas tierras dejando ya a salvo las tierras norteñas y muy aisladas geográficamente. El castellano avanzará por el resto de la península y el gallego, el bable, el vascuence quedarán relegados a sus zonas geográficas donde solamente los conservará el aislamiento característico de estas tierras con respecto al resto de la península.

Pero de todos los pueblos invasores a la península ninguno ha dejado tantas palabras en el castellano como los árabes, aproximadamente unas 4.000. Y no porque hayan dejado expresamente las palabras sino porque todas las artes y oficios y costumbres que fueron traspasándose a la sociedad castellana iban acompañadas de su nombre, transfigurado del árabe en la transición al castellano. Algunas palabras nos quedan del mozárabe, tal es el caso de alpiste (alpist) que es una palabra que procede del latín (pistum) y que transformaron los mozárabes en alpiste. Pero la mayor parte de las palabras nos vienen directamente de los árabes.

Palabras árabes referentes a la agricultura son numerosísimas y son indicatorias del avance que, en agricultura, tenían estos pueblos. Nos aportaron no sólo sus técnicas sino también sus productos, por ello hoy tenemos procedentes del árabe: algarroba (harrûba), berenjena (bedinyena), limón (laimûn), naranja (naranya), zanahoria (safunariya), acelga (silqa), acemite (semîd), acíbar (síbar), adelfa (dífla), ajonjolí (gulgulan), albahaca (habaqa), albaricoque (birqûq), alcachofa (harsûfa), alfalfa (fásfasa), altramuz (turmús), alubia (lubiyâ), altramuz (at-turmus) o los famosos pistachos procedentes de los alfónsigos (fústaq).

Estos productos podían ser cultivados en alquerías (al-qarya). Si se recogían cosechas de estos productos y se vendían, había que ponderarlas en fanegas (faníqa) que era una medida para áridos equivalente a 55 litros. Si había que medir capacidades se usaba el almud (al-mudd) aunque tenía valores diferentes según las regiones y las épocas. Si la cantidad a medir era pequeña se usaba el adarme (adáham) que era un peso equivalente a 179 cgrs. (hoy nos queda adarme como sinónimo de pequeño o de insignificante)

Gran relevancia tuvo el cultivo de la aceituna (zeitûna) que era prensada en la almazara (macsára) para obtener el aceite (se sustituyó la palabra “oleum” latina por la palabra “aceite” árabe). El primer líquido que se obtiene de las aceitunas, cuando están apiladas antes de la molienda, aún se llama alpechín (al-pechín). Para estas explotaciones agrícolas se aportaron los conocimientos de la ingeniería hidráulica y así construyeron acequias (saqiya) para transportar el agua que a veces sacaban con norias (nacûra) o con azudas (sudd) y que después se almacenaba en albercas (al-birka) o en aljibes (al-yubb). Estas traídas de agua, a veces, tenían en su diseño una alcantarilla (al-qántara) que era puentecillo junto al camino o el pequeño acueducto que pasaba bajo él.






Beato Mozárabe


Los que transportaban mercancías se llamaban recueros (rákab) y las llevaban hasta los zocos (sûq) y se vendían en los almacenes (máhzan) las mercancías que eran pagadas en maravedís (murabiti) después de haber pasado por las aduanas (diwân) para ser registradas y pagar los impuestos debidos a los almojarifes (al-músrif, el inspector) que eran los recaudadores de tributos. Claro que las cuentas había que sacarlas usando el álgebra (yêbr), que tanto significaba “componedor de huesos” como “la reducción”, para que con guarismos (al-huwärizmî) se expresasen cantidades como cifras (sifr).

No hay, en el castellano, palabras más dulcemente sonoras que las de procedencia arábiga. Pronúncielas Ud. y llénese los oídos de esa sonoridad tan española. ¿No es mucho más sonora “alfayate” que “sastre”? ¿o “alberca” que “piscina”? Pronúncielas varias veces y disfrute de sus sonidos. Son palabras que debemos rescatar y usar en toda su extensión y significado, sobre todo sabiendo su procedencia y significado etimológico.

Hasta el siglo XI, y desde hacia varios siglos, los habitantes de la península, por la misma influencia árabe, dormían en “almadraques” que eran cojines sueltos o almohadas, pero a raíz de la entrada en la península de colonos y clérigos francos en el siglo XI, promovida por Sancho El Mayor con el Camino de Santiago , estos introdujeron un almohadón extendido o gran cojín, al que ellos llamaban, en su idioma franco, “colchón”. Los castellanos cambiaron el sistema utilizado para dormir y adoptaron también el nombre franco, por eso ahora dormimos en colchones y no en almadraques. Y la influencia de los monjes de Cluny en Castilla hizo que se cambiase el ritual religioso mozárabe por el romano en 1085, y con ello cambiaron las modas del vestido, y las del canto, y las artes de construccion de iglesias y conventos. Una invasión pacífica fue esta de los francos, pero de las más influyentes que haya tenido la península. Palabras que les debemos como: homenaje, mensaje, vergel, pitanza, fraile, mesón, manjar, vianda, vinagre o el mismo concepto de “franco” como algo exento de tributo o de obligación.

Las nuevas modas árabes cambiaron vestimentas y cambiaron los nombres de las vestimentas, y cambiaron los modos de montar a caballo usando la moda árabe “a la jineta” y por eso a quien va a caballo hoy lo llamamos jinete y no caballero (chevalier en frances o cavallieri en italiano)

Juan de Valdés, en su libro “Diálogo de la lengua”, escribía hacia 1530




“...el uso nos ha hecho tener por mejores los (vocablos) arábigos que los latinos; y de aquí es que decimos antes alhombra que tapete, y tenemos por mejor vocablo alcrevite que piedra sufre (azufre) y azeite por olio”







Beato Mozárabe



Como vemos ya eran conscientes, en el siglo XVI, de la influencia de los arabismos en el castellano y no sólo conscientes sino que explican profusamente la presencia de tantos arabismos por la necesidad de servirse del término árabe para



“....aquellas cosas que hemos tomado de los moros”




Todas estas influencias fueron tan notorias para los visitantes de los reinos castellanos en el siglo XV, sobre todo bajo el reinado de Enrique IV (1454-1474), que escribían en sus relatos sobre lo influenciadas que estaban las costumbres, los ropajes, las comidas e incluso las bebidas, de las modas moras en la corte castellana. Así podemos leer en “Memorial histórico español” que Miguel Lucas de Iranzo, favorito del Rey Enrique IV,



“cabalgaba a la jineta, con aljuba morisca de seda”




Un idioma, muchas culturas, un idioma que es la base cultural de los pueblos de España, de Hispania, y que se asentó en quinientos y más años ya en nuestra América. ¿Es de extrañar pués que los huecos tenores de los grillos deban expresarse en un castellano enriquecido por los pueblos americanos? ¿Cual es más importante y decisiva influencia? ¿La que viene desde la noche de los tiempos través de los pueblos Tartesos, Lidios, Etruscos, Celtas, Íberos, Fenicios, Cartagineses, Griegos, Romanos, Godos, Suevos, Alanos, Francos y Árabes? ¿O será la minúscula participacion, innegable, de un componente africano?



Beato de San Pedro de Cardeña

Hable, expresese, use muchas de los 83.500 (si Ud, es una persona muy culta apenas usará unas 4.000) palabras del castellano y en ellas tendrá inequívoca respuesta. Los huecos tenores de los grillos pueden seguir cantando…… ¡en castellano! La Cultura Hispánica es la base fundamental de lo que hoy llamamos Cultura Hispanoamericana y forman la cultura básica, incluso, de los afrodescendientes y americanodescendientes de Venezuela y de gran parte de Hispanoamérica.

3 comentarios:

Elena E. Rodríguez Díaz dijo...

Felicidades por su bonito artículo, muy bien documentado y escrito. Y además, absolutamente acertado.

Elena E. Rodríguez Díaz dijo...

Felicidades por su bonito artículo, muy bien documentado y escrito. Y además, absolutamente acertado.

Elena E. Rodríguez Díaz dijo...

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